Hace poco más de dos meses, Lucio Mantel editó su segundo disco. Graziano lo reseñó para la edición de diciembre de Rolling Stone. Esta es la tapa y, luego, viene el texto.
LUCIO MANTEL- Miniatura (Independiente)
Si este disco se hubiera editado –digamos- en 1969, sería un disco de rock. Pero, como apunta Diego Fischerman, el rock fue perdiendo su naturaleza inclusiva. Justamente, Lucio Mantel pertenece a una escena de trovadores que si bien tiende un lazo umbilical con esa cultura, hoy la trasciende. Ya desde Nictógrafo (2008), su primer disco, desplegó un mapa donde gravitaban tanto Spinetta y Björk como el Cuchi Leguizamón, Caetano y Chabuca Granda. Esos nombres trazaban una geografía personal, que delineaba su centro y su periferia: pero nunca sus límites. Miniatura es prueba de eso. En lugar de elegir un camino más amable, Mantel obedeció el llamado de la Voz Extraña y se sumergió en los paisajes de la mente. Para compartir el juego, a su paleta de colores acústicos (guitarras, contrabajo y una percusión alucinada) decidió otorgarle otra profundidad con los arreglos de Pepo Onetto y Alejandro Terán. Las cuerdas, que proyectan una luz expresionista sobre estas canciones, hacen un reflejo inquietante. Así, cuando Liliana Herrero entra al disco comienza a sentirse un ligero temblor. Es la vibración que produce un artista cuando abre su propia grieta.
Martín E. Graziano
Si este disco se hubiera editado –digamos- en 1969, sería un disco de rock. Pero, como apunta Diego Fischerman, el rock fue perdiendo su naturaleza inclusiva. Justamente, Lucio Mantel pertenece a una escena de trovadores que si bien tiende un lazo umbilical con esa cultura, hoy la trasciende. Ya desde Nictógrafo (2008), su primer disco, desplegó un mapa donde gravitaban tanto Spinetta y Björk como el Cuchi Leguizamón, Caetano y Chabuca Granda. Esos nombres trazaban una geografía personal, que delineaba su centro y su periferia: pero nunca sus límites. Miniatura es prueba de eso. En lugar de elegir un camino más amable, Mantel obedeció el llamado de la Voz Extraña y se sumergió en los paisajes de la mente. Para compartir el juego, a su paleta de colores acústicos (guitarras, contrabajo y una percusión alucinada) decidió otorgarle otra profundidad con los arreglos de Pepo Onetto y Alejandro Terán. Las cuerdas, que proyectan una luz expresionista sobre estas canciones, hacen un reflejo inquietante. Así, cuando Liliana Herrero entra al disco comienza a sentirse un ligero temblor. Es la vibración que produce un artista cuando abre su propia grieta.
Martín E. Graziano
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