sábado, 27 de noviembre de 2010

LA PLATA, CIUDAD INVENTADA: en construcción

Es inminente la edición de La Plata, ciudad inventada, el primer lanzamiento de la editorial Primer Párrafo. Compilado por Celina Artigas, el libro reúne a 80 autores (entre periodistas, músicos, escritores, plásticos, cineastas, dramaturgos, actores, etc.) que construyen La Plata en puro tiempo presente. Están los textos y, dentro de la caja, hay postales y un mapa intervenido. Graziano escribió un texto para La Pulseada sobre su acercamiento al asunto.

EL MAPA FOSFORECENTE

Ahora que lo pienso, no fue hace tanto tiempo. Reviso mi casilla de correo para ser preciso y lo confirmo: fue a comienzos de este mismo año. Fue el 9 de enero, cuando me llegó un mensaje de Celina Artigas titulado “Invitados a construir un libro”. El asunto venía con copia para mucha gente que conocía o, de lo contrario, al menos quería conocer. Por decirlo mal y pronto, era toda esa gente que hace cosas para que esta ciudad sea un lugar vivo. Una selva hermosa y en estado de tensión.
Sin embargo, fue recién unas semanas después que se empezó a poner bueno, cuando el proyecto dejó el plano virtual y pudimos estrechar manos y tomar algunas cervezas. Si no me equivoco, la primera reunión más o menos formal fue en Ocampos. Ahí mismo, esa misma noche, el libro empezó a tomar masa crítica. Al principio fue un caos prudente y, luego, de inmediato, puro revuelo eufórico. Claro que después vino el bajón, la necesaria pérdida del norte y, al fin, toda esa caída de fichas que se llama ‘decantar’. Pero eso lo puede contar mejor Celina, no sólo porque el libro es su criatura, sino y sobre todo porque su casa -ahí cerca de Plaza Italia- fue el polo magnético alrededor del cual orbitamos todos.
A mí, desde el vamos, la convocatoria me entusiasmó. En primer lugar, porque me obligaba a repensarme, y cuando uno es periodista no se detiene demasiado en esas cosas incómodas. Entonces yo, como el típico espécimen del interior que abunda en estas páginas, tenía que encontrar mi lugar en La Plata. Y bien, ahora que puedo mirar esa telaraña de retratos con la suficiente perspectiva, veo un mapa nuevo que fosforece y que me contiene.
De todas formas, mentiría si pasara por alto un detalle esencial: el proyecto era buenísimo porque trabajaba con ese poderoso material combustible que son las personas. Es decir, no se trataba del devaneo de un par de tipos perdidos en el laberinto de la más pura abstracción académica. Para nada. Ahí tenemos el libro, y lo confirma: está repleto de esas fotografías preciosas que siempre salen movidas. Justamente, sus protagonistas están en movimiento porque están vivos. Así como están vivos porque están en movimiento. La vieja lógica de la piedra rodante.
Martín E. Graziano

sábado, 20 de noviembre de 2010

MANUEL GARCÍA: s/t

Aunque aún no tiene edición argentina, Graziano decidió reseñar el último disco del chileno Manuel García. Editado por el sello Oveja Negra, es el tercero de su cosecha. Y también es el mejor. Se publicó en La Pulseada de noviembre.

MANUEL GARCÍA: s/t
A comienzos del siglo XXI, algunos trovadores de la Cuenca del Plata advirtieron que el rock se había convertido en un mercado asfixiante. Decidieron lanzarse al camino y encontraron los folklores latinoamericanos, la chanson, el cabaret berlinés, el jazz y la música contemporánea; lo metabolizaron todo. Al mismo tiempo, mientras aquí nacía una escena (protagonizada por gente como Martín Buscaglia, Lisandro Aristimuño, Gabo Ferro y Pablo Dacal), en Chile sucedía espontáneamente un fenómeno análogo. Había una diferencia esencial: el lazo umbilical que aquí se tendía con el primer rock rioplatense, detrás de la cordillera se ligó con la Nueva Canción Chilena. Eran cancionistas como Chinoy, Camila Moreno, Nano Stern y, claro, Manuel García. Trovadores capaces de poner en diálogo a Violeta Parra y Víctor Jara con los Beatles y hasta Björk. Nacido en el norte desértico de Arica y líder de los disueltos Mecánica Popular, García se destacó de inmediato. Su registro de juglar y el porte dylanita dieron el crédito para descubrir una música vital. Una obra que lograba una tensión permanente entre la tradición y el más rabioso de los presentes. En S/T, su tercer disco a la fecha, García expande los alcances de su poética y su sonido. Los timbres acústicos conviven con cierto fantasma eléctrico (rhodes, guitarras), un marco ideal para este puente entre el puerto, el desierto y la ciudad cosmopolita. Su canción, popular y de autor, se respira en movimiento. Inestable y en estado de pregunta: como la identidad de un pueblo.
Martín E. Graziano

jueves, 18 de noviembre de 2010

SONIDO AMBIENTE: cinema verité

Animados por la efervescente escena subterránea, Carla Sanguinetti y Lucas Mirvois crearon este Sonido Ambiente. Un sitio web donde confluyen una serie de registros en vivo y en situaciones excepcionales de los mejor del under. Desde El Mató en una cancha de paddle hasta Rosario Blefari sobre un campanario, pasando por Grinjot en la feria de Tristán Narvaja (foto). Graziano vio, recomendó y escribió su nota para G7. Es por aquí.

lunes, 15 de noviembre de 2010

PAPPO: de aquí a la eternidad

Antes de que se pierda definitivamente en el olvido, va un nuevo rescate. En este caso se trata de algo así como una elegía. Cuando se estaba por cumplir un año de la muerte de Norberto Napolitano, la revista Rumbos le encargó un texto a Graziano. Este fue el resultado.
PAPPO (1950-2005): de aquí a la eternidad

Por Martín E. Graziano

Hay cosas que se marcan con fuego en el mármol de nuestra memoria. Norberto Aníbal Napolitano tenía 14 años cuando tuvo su tarde de los dones en Villa Carlos Paz, el lugar que elegía su familia para las vacaciones. Podemos adivinar las circunstancias perdidas. Después de una mañana en las costas del sol, Norberto decide que es buen momento para regresar. Es casi el mediodía. Cuando se está acercando al umbral ya puede oler la comida esperando, pero otra cosa lo fulmina. Desde una radio le llega el grito y el piano arrebatado de Little Richard. ¿Qué es eso? Eso es rock. Algo ha cambiado. Nace Pappo.

LOS HECHOS
Allá por 1967, en las extensísimas noches de zapadas de la segunda Cueva, había un tanito que podía tocar sin que lo echaran. Ese pibe ya había pasado por Los Buitres, un grupo de barrio, y también por Engranaje. Ahí nomás le llegaría el primer contacto con la historia: en 1968 Pappo se alistó en la primera formación de Los Abuelos de la Nada. Sin embargo, las tensiones entre las expectativas artísticas de Miguel Abuelo y el guitarrista no podían sostenerse por demasiado tiempo. Dijo Miguel: “Estaba todo el día diciendo blues, blues, blues. Yo le dije, ‘¿querés blues? Tomá, te dejo los Abuelos de la Nada, hace lo que quieras’”. La experiencia fue efímera, pero alcanzaría para que lograra grabar sus primeros temas.
Poco tiempo después se acopló a la Conexión n° 5 de Carlos Bisso, y transformó a Manal en cuarteto por 15 días. En 1969 Los Gatos, que se habían separado por un lapso breve, decidían volver al ruedo con una nueva formación. Pappo fue el hombre elegido para reemplazar a Kay Galiffi en la guitarra, y su aporte modificaría radicalmente la propuesta del grupo. Otra vez las disputas, esta vez entre el fundamentalismo rocker de Pappo y el lirismo en apertura de Nebbia. Después de dos discos, la banda se separó definitivamente, pero el Carpo no era más ‘el pibe’.
Finalmente, y merced a la insistencia permanente del productor Jorge Alvarez, decidió lanzar su propio proyecto: Pappo’s Blues, junto al baterista Black Amaya y a David Lebón en bajo. El hombre grabó el disco y puso proa hacia Londres; y mientras tocaba en los subtes por monedas, los pibes que empezaron a comprar aquel Vol. I fueron agigantando su figura. Tuvo que volver. Con formaciones fluctuantes, Pappo’s Blues grabó otros seis volúmenes antes de disolverse por más de una década. En el repertorio de los cuatro primeros quedaron las páginas de lectura obligatoria: “El viejo”, “Desconfío”, “El hombre suburbano”, “Sucio y desprolijo” y una extensa saga de clásicos irrefutables.
Después de la efímera formación de Aeroblus, en la segunda mitad de los ’70, llegaría otro capítulo importante. Entró en escena Riff, una encarnación más dura de Pappo’s Blues, en sintonía con el espíritu de los ‘80. Pasaron un par de formaciones y otros tantos discos con Riff hasta que sobrevino una separación que siempre fue reunión en ciernes.
Pappo vivió un período de ostracismo guardado en su taller mecánico hasta que Juanse, de los Ratones Paranoicos, lo puso nuevamente en carrera. El otro gran impulso fue el hit en que se convirtió “Mi vieja”, la canción de Sebastián Borenztein incluída en Blues local (1992). Vinieron más grabaciones, la invitación de B.B. King para tocar en el Madison Square Garden, y un homenaje de parte de la primera plana del rock argentino, inmortalizada en Pappo y amigos. El último paso sería Buscando un amor (2003), que lo encontraría en su mejor forma. Nadie podía saber que era su disco postrero, pese a que en el arte de tapa podía vérselo estampado como un ángel travieso, portando guitarra y rodeado de los más ilustres bluesmen muertos.

LAS RAZONES
Ahora ¿cómo es que este tipo temperamental, de trazo rupestre, se las arregló para ser el referente de generaciones enteras de rockers? Algunas claves y, quizás, algún secreto desentrañable. Por empezar, no es nada sencillo componer una canción sencilla y eterna como “El tren de las 16”. Encontrar ese equilibrio entre las palabras y la música requiere de una cierta sapiencia, que Pappo cargaba precozmente. La voz del personaje no puede sonar demasiado intelectual porque desequilibraría el blues que, como toda música de raigambre popular, tiene los pies llenos de barro. Desde ya, eso no quiere decir que no se puedan escribir cosas bellas y trascendentes. De hecho, Yupanqui ponía en palabras de paisanos y peones de campo reflexiones de alturas metafísicas. En el caso de Pappo, sus palabras son puestas en boca del joven suburbano que, de manera cabal, él representaba.
Con esa voz contemplativa y elemental (que con el tiempo iría adquiriendo cada vez más espesor), Pappo podía cantar eso de “tendré que ser historia y dejar de pensar”. Como si siempre estuviera tratando de no mostrar de más, de no exponerse tan vulnerable, arrimaba esos pasajes brevísimos que son su marca registrada. El verso Napolitano se sirve parco y hasta desconfiado. Aún así no hay manera de no sentir el pulso vital en cada una de sus canciones: “No se porque imaginé que estábamos unidos, y me sentí mejor”. Por no hablar del humor latente en buena parte de su obra, muchas veces inadvertido.
Y su guitarra, claro. Desde el abrasador “Algo ha cambiado”, primer tema de su primer disco, se paraba como un dragón en una montaña, vomitando fuego sobre la ciudad. Pappo aterrizó con una convicción guitarrística sin precedentes en nuestro rock, haciendo su propia lectura criolla del blues y de Hendrix. Legó para siempre un modo de hacer rock & roll en español.

EL HOMBRE
Norberto había nacido en el seno de una familia de trabajadores. En un principio su abuelo italiano, junto a cuatro de sus hijos, compró algunas tierras en la localidad santafesina de Santa Isabel. Allí Norbertito pasó su infancia. Más tarde se instalaron en Buenos Aires para fundar los Talleres Metalúrgicos Napolitano Hermanos, una fábrica de calderas. El cambio violento dejó huella. Calles de tierra por el ruido infernal de una fábrica de hierro.
Sus padres ya habían concebido dos hijos antes de que llegara Norberto. Carlos, el hermano mayor, murió antes de que naciera, pero el Carpo sostenía que lo acompañaba siempre, que eran el mismo. Liliana, la única mujer, fue una de las personas más queridas por Norberto. Es concertista de piano, pero jamás tocaron juntos.
El carácter de Norberto era cosa conocida. Desde siempre aseguró que en su vida anterior había sido un vikingo. En su brazo derecho portaba a uno de ellos tatuado, triunfante y guerrero. Ninguneaba como rockers a Fito Paez y a Charly García. Admiraba profundamente al líder de Manal, Javier Martinez, y afirmaba al que quisiera oírlo que Spinetta era un genio. Aún así, el flaco recordaba con rencor cuando antes de partir hacia Europa, en marzo del ‘71, le regaló a Norberto su querida guitarra Repiso. Norberto la vendió al poco tiempo.
Conoció a su hijo Luciano cuando este ya era un adolescente. Así fue el primer diálogo telefónico: -“Habla tu hijo”. -“Uh... pensé que estaba hablando conmigo mismo”.
Tras un accidente automovilístico durante el ’94, Norberto tomó una decisión. ”Después de que vi a Dios no tomo más vino. Yo creía que era verso. No es verso. Está, el chabón”. Hace ya un año en Luján, a la altura del Km. 71 de la ruta 5, cayó de su moto y fue embestido por un coche. No mucho antes, con su habitual tono lapidario, había sentenciado: “Mirá mis manos. Yo no soy poeta, soy mecánico”. Ahí se equivocaba.
Descanse en paz.

viernes, 5 de noviembre de 2010

RESEÑA: Musas domésticas

El sello Sonoamérica acaba de editar el segundo disco de Javier Maldonado. Graziano lo escuchó y luego reseñó para Rolling Stone. Aquí está el texto, que se publicó en octubre.
JAVIER MALDONADO- Musas domésticas en el Meridiano V
Las primeras dos incógnitas se despejan rápido. El Meridiano V es el barrio bohemio de La Plata. Durante el día, verde y pleno de cielo; los mejores bares durante la noche. Maldonado es un cantautor formado allí, en el efervescente circuito local. Su disco debut, Calle España, era bueno pero tenía un problema: estaba demasiado ligado al songwriting de Lennon y el primer García solista. En el trayecto hasta aquí, no sólo logró metabolizar esas influencias, sino que realizó un desplazamiento simple y radical. Quitó del centro a los teclados, se colgó la guitarra acústica y buscó un sonido más orgánico. De los restos de algunas bandas extintas (Ático, Míster América, Cine Continuado) fortaleció un ensamble exquisito y, luego, entró a grabar. Diez canciones al dente, arregladas con una pericia notable. Tan elocuentes como esas chicas hermosas a cara lavada. El ingenio melódico de Maldonado es natural y extraño: un manantial donde se oye tanto folk y rock como olivo mediterráneo y el lirismo a mano alzada de Federico Moura. Ahí, una tercer incógnita. La respuesta -mi amigo-, está flotando en La Plata.

Martín E. Graziano

lunes, 1 de noviembre de 2010

MARIANA BARAJ: por ese palpitar

Un par de meses atrás, cuando Churita todavía conservaba el calor de la fábrica, Graziano decidió entrevistar a Mariana Baraj. Era, desde luego, un momento excelente: no sólo porque era su debut como compositora y editora, sino porque Churita es su mejor disco. Y el más personal. El texto está por aquí, en el site de la revista.