Aunque aún no tiene edición argentina, Graziano decidió reseñar el último disco del chileno Manuel García. Editado por el sello Oveja Negra, es el tercero de su cosecha. Y también es el mejor. Se publicó en La Pulseada de noviembre.
MANUEL GARCÍA: s/t
A comienzos del siglo XXI, algunos trovadores de la Cuenca del Plata advirtieron que el rock se había convertido en un mercado asfixiante. Decidieron lanzarse al camino y encontraron los folklores latinoamericanos, la chanson, el cabaret berlinés, el jazz y la música contemporánea; lo metabolizaron todo. Al mismo tiempo, mientras aquí nacía una escena (protagonizada por gente como Martín Buscaglia, Lisandro Aristimuño, Gabo Ferro y Pablo Dacal), en Chile sucedía espontáneamente un fenómeno análogo. Había una diferencia esencial: el lazo umbilical que aquí se tendía con el primer rock rioplatense, detrás de la cordillera se ligó con la Nueva Canción Chilena. Eran cancionistas como Chinoy, Camila Moreno, Nano Stern y, claro, Manuel García. Trovadores capaces de poner en diálogo a Violeta Parra y Víctor Jara con los Beatles y hasta Björk. Nacido en el norte desértico de Arica y líder de los disueltos Mecánica Popular, García se destacó de inmediato. Su registro de juglar y el porte dylanita dieron el crédito para descubrir una música vital. Una obra que lograba una tensión permanente entre la tradición y el más rabioso de los presentes. En S/T, su tercer disco a la fecha, García expande los alcances de su poética y su sonido. Los timbres acústicos conviven con cierto fantasma eléctrico (rhodes, guitarras), un marco ideal para este puente entre el puerto, el desierto y la ciudad cosmopolita. Su canción, popular y de autor, se respira en movimiento. Inestable y en estado de pregunta: como la identidad de un pueblo.
Martín E. Graziano
A comienzos del siglo XXI, algunos trovadores de la Cuenca del Plata advirtieron que el rock se había convertido en un mercado asfixiante. Decidieron lanzarse al camino y encontraron los folklores latinoamericanos, la chanson, el cabaret berlinés, el jazz y la música contemporánea; lo metabolizaron todo. Al mismo tiempo, mientras aquí nacía una escena (protagonizada por gente como Martín Buscaglia, Lisandro Aristimuño, Gabo Ferro y Pablo Dacal), en Chile sucedía espontáneamente un fenómeno análogo. Había una diferencia esencial: el lazo umbilical que aquí se tendía con el primer rock rioplatense, detrás de la cordillera se ligó con la Nueva Canción Chilena. Eran cancionistas como Chinoy, Camila Moreno, Nano Stern y, claro, Manuel García. Trovadores capaces de poner en diálogo a Violeta Parra y Víctor Jara con los Beatles y hasta Björk. Nacido en el norte desértico de Arica y líder de los disueltos Mecánica Popular, García se destacó de inmediato. Su registro de juglar y el porte dylanita dieron el crédito para descubrir una música vital. Una obra que lograba una tensión permanente entre la tradición y el más rabioso de los presentes. En S/T, su tercer disco a la fecha, García expande los alcances de su poética y su sonido. Los timbres acústicos conviven con cierto fantasma eléctrico (rhodes, guitarras), un marco ideal para este puente entre el puerto, el desierto y la ciudad cosmopolita. Su canción, popular y de autor, se respira en movimiento. Inestable y en estado de pregunta: como la identidad de un pueblo.
Martín E. Graziano
No hay comentarios:
Publicar un comentario