jueves, 25 de agosto de 2011

RESEÑA: Volver al inicio

Aunque todavía está inédito en la Argentina, Graziano se ocupó de reseñar el nuevo disco de la cantautora uruguaya Samantha Navarro. El texto se publicó en Rolling Stone hace unos meses. Aquí está.SAMANTHA NAVARRO- Volver al inicio (Bizarro)
Lo supo Ulises de regreso en Ítaca, pero también lo vivió Bob Dylan cuando perdió el rumbo a casa. No se puede volver al punto de partida. Y aunque Samantha Navarro invite a su padre a tocar el fagot y ponga en la tapa un retrato de la niñez pintado por su abuelo, su disco nuevo es la foto vital de una mujer curtida. Desde que apareció, la cantautora sacudió la escena de Montevideo con una pluma agudísima y estampa de heroína ensortijada. Editó cuatro discos notables, armó la banda de pop-rock La Dulce, se asoció con Alejandro Tuana en Santuario y hasta reunió parte de su letrística en un libro. Para Volver al inicio, decidió llevar su trabajo al núcleo de guitarra y voz. El productor Javier Cardellino aporta algunas percusiones bossanovísticas, pero se evapora lo suficiente para que Samantha pueda desnudarse y se sienta contenida. El despojo la redescubre como cantante y pone en foco su canción: un cosmos riguroso y desfachatado donde deambulan personajes sin brújula y el deseo es motor. Ese murmullo se escucha en “Soy de tus bienes”, y nunca una zamba estuvo tan llena de libido.
Martín E. Graziano

martes, 23 de agosto de 2011

RICHARD COLEMAN: hombre de negro

Cuando su disco solista todavía no tenía nombre, Graziano entrevistó a Coleman en su bunker de Villa Urquiza. Ahora sabemos que se llama Syberia Country Club, que está dedicado a Cerati y que está esperando la señal de largada. La nota se publicó el mes pasado, en la revista G7. Aquí está el texto y alguna de las fotos de Nora Lezano.

viernes, 19 de agosto de 2011

RESEÑA: Shaman y los Hombres en Llamas

El muchacho del sombrero bombín acaba de editar su segundo LP. Se trata de una co-producción afectiva entre Laptra, Mandarinas y Peatón que Graziano reseñó para la G7 de agosto. Si acaso no vieron la revista, aquí está el texto.
SHAMAN & LOS HOMBRES EN LLAMAS / SHAMAN & LOS HOMBRES EN LLAMAS
Como tantos otros muchachos, Shaman llegó a La Plata desde Comodoro Rivadavia para estudiar quien sabe qué cosa. Ahí, en la ciudad de las diagonales, encontró dos cosas. Primero, una escena efervescente. Se convirtió, entonces, en un personaje transversal del circuito, colaborando con algunas de las bandas más interesantes del último rock argentino como Sr. Tomate y El Mató. Luego encontró un lago escondido, profundo y repleto de criaturas antediluvianas. Era su canción, un paraje desolado en algún lugar entre Violeta Parra y Color Humano. Para exorcizar esa música, Shaman decidió reclutar una banda de cófrades (Los Hombres en Llamas) y editó un primer disco prometedor: En el mundo de fuego. Ahora, más de dos años después, vuelve con las manos llenas de oro negro. Producido por Daniel Melero, su disco nuevo es un diario de viaje psicodélico hacia los confines de la Patagonia. En ese sentido, no resulta extraño que uno de sus recursos predilectos sea el hömeii, un canto gutural y místico que utilizan los pastores en las planicies rusas de Tuva. De algún modo, la flecha de Shaman parece trazar su propio puente entre la estepa siberiana y los caminos del ripio santacruceño.
Martín E. Graziano

viernes, 12 de agosto de 2011

RESEÑA: Revolución o picnic

Después de un breve impasse, en el cual Acho Estol editó Buenosaurios y Dolores Solá visitó la canción criolla del Centenario, La Chicana volvió con un disco doble. Lo estrenaron con diez conciertos en el Tasso y ahora empiezan a girar: y habrá que verlos en vivo haciendo este repertorio, propio y apropiado. Graziano reseñó el disco para la Rolling Stone de agosto. Si no tienen la revista, pueden leerlo en su site.

jueves, 11 de agosto de 2011

PABLO MALAURIE: el juglar imposible

No se dejen engañar por la inactividad de este blog. Nuestras fuentes aseguran que Graziano, aunque se esfuerce por disimularlo, está trabajando a todo vapor. Mientras dure ese torbellino, aprovechamos para publicar la entrevista que hizo con Malaurie, el ex-guitarrista de Mataplantas que el año pasado se apareció con un disco bien extraño. Una suite pop y artesanal que remite a la trova provenzal, las operetas criollas y la pintura romántica. Originalmente, se publicó en el especial de músicas nuevas que G7 sacó hace unos meses.
EL JUGLAR IMPOSIBLE

Por Martín E. Graziano

Mataplantas siempre fue un planeta deforme. Una banda de cepa spinetteana, capaz de manejar una psicodelia sci-fi en plena estandarización del rock argentino. Aún así, nadie esperaba estos frutos extraños: en el 2010 su guitarrista Pablo Malaurie editó subterráneamente un disco que poco a poco subió a la superficie para respirar. El Festival del Beso venía en una caja de cartón corrugado, acompañado por una postal firmada por Malaurie y una pintura del francés William Bouguereau (1825-1905) en la tapa. La música era mágica: un puñado de piezas para ukelele cantadas con una voz hermafrodita. A veces, devocional; a veces, herética. Desde luego, las referencias de El Festival del Beso iban muy hacia atrás: había trovadores provenzales, arias y operetas, pintura romántica, música acústica y atrevida del año 500. Por eso el año pasado, durante la noche más calurosa de la década, el videasta Vincent Moon registró a Malaurie tocando en un parque. Extrañamente, esa filmación derivó hacia Rumania. Hoy, la película Loverboy (del realizador Catalin Mitulescu) es parte de la selección oficial para Un Certain Regard, en el Festival de Cannes. Con la actuación de Malaurie y su música original.
¿Cuándo comenzaste a sentir la necesidad de abrir tu camino?
Empecé a luchar con un banjolin cuya falta de afinación me llevó a descubrir la técnica del vibranjo. Algo parecido pasó con mi voz, que amplificada con una taza y jugando a Libertad Lamarque, dio como resultado el viejo canto de mi abuela Pichina. La suma de esas cosas dio como resultado un mundito sobre el cual quise tener control absoluto. La idea inicial era la de un juglar que viaja con un mensaje, pero como el viaje dura cientos de años, cuando llega su discurso es tan viejo que resulta moderno.
El instrumento central es el ukelele. ¿De dónde viene tu relación con ese instrumento?
Para tocar mejor tu instrumento, siempre tenés que tocar otros. Y si la guitarra te pesa y los cables te rompen las bolas, lo mejor es ir por un ukelele. Nunca había visto ukeleles en Buenos Aires y cuando vi el primero me lo compré. Era uno medio choto, pero enseguida me propuso canciones nuevas. Además era igual al que tiene Elvis Presley en la tapa de Blue Hawaii. A los dos meses, en el Parque Centenario, me estaba esperando un ukelele nacional, construido por los Hermanos Breyer en la década del ‘20. Con ese me quedo.
¿Cómo empezaste a explorar esa área tan específica de tu voz?
La voz es un instrumento muy íntimo. Es algo único e irrepetible y está lleno de cosas con las que jugar y transmitir. Lo del falsete vibrateado es una parte del personaje: me gusta entrar y salir, combinar con una voz más grande, cantar como una mujer o como el Topo Giggio. Todo empezó con esa taza.
En pleno derrumbe de la industria discográfica, la edición del disco es la apoteosis de lo personal. ¿Por qué?
“El Festival te bienviene de puño y letra. Esto es música nueva del año 500 y viaja por correspondencia”: me gustaba que ese texto de bienvenida tenga la calidez necesaria, que se vea mi letra tal como es. En las primeras copias invitaba a que me manden manuscritos a una casilla postal y recibí cosas preciosas con gran emoción. En la Era del Calentamiento Global todo tiende a enfriar como una heladera. Yo todavía estoy caliente.
Estuviste en Rumania, filmando y tocando tu música. ¿Cómo sucedió?
Bianca Oana, guionista de Loverboy, buscaba un video de Beirut en el sitio Blogotheque y se encontró con los videos que filmó Vincent Moon conmigo en las calles de Buenos Aires. Le mostró los videos al director Catalin Mitulescu y decidieron convocarme para hacer la música y actuar en la peli. Así fue. Ahora, Rumania es parte de mí: fue muy intenso todo lo que viví allá, tanto profesional como personalmente. Todavía me conmueve que mi voz me haya llevado hasta allá. De pronto estaba en medio de un rodaje, actuando y componiendo una banda sonora con un grabadorcito en un hotel en Rumania.
¿Te sentís parte de una escena?
Nunca se bien donde está la escena. Somos muchos amigos que estamos en la misma. Es un trabajo muy divertido el de hacer canciones y a la vez es muy angustiante hacerte un lugar como artista y morfar de eso. Creo que formamos una fuerza entre todos los que lo hacemos con alegría. Esa es mi escena, y somos un montón.
¿Qué público puede entenderse con El Festival del Beso?
Es un disco para gente de 0 a 99 años. La música tiene poderes especiales que trascienden todo tipo de entendimiento.