miércoles, 5 de enero de 2011

OUT-TAKES: reseñas 2010 (parte 2)

En el momento exacto en que aparecen reptando las serpientes del verano, este blog abre sus arcas inéditas del 2010. Aunque torpemente velado, es un típico racconto periodístico. En este caso, se trata de una gran cantidad de reseñas publicadas por Graziano a lo largo y ancho del año, mayormente en las páginas de G7. Por algunas razones válidas (pudor, omisión o -liso y llano- sentido común) buena parte de estos textos fueron evitados por quien esto escribe. Hasta hoy. Aquí están, en tres partes y orden cronológico.

ALL DAYS ARE NIGHTS: SONGS FOR LULU / RUFUS WAINWRIGHT
DECCA
La crítica de rock nunca fue muy abierta. Pero ahora, desde hace un tiempo, además se volvió corporativa. Cualquiera que se atreva a sacar los pies del plato, deberá vérselas con ellos. Por suerte, Rufus Wainwright nunca pensó en esos términos. Así, entre sus preciosos y muy desparejos discos de pop, versionó a Leonard Cohen, reclutó ensambles de cuerdas y hasta se puso en los zapatos de Judy Garland. Tampoco era tan extraño. En su música esa teatralidad siempre estuvo, ya fuera por el influjo de Broadway o el glam-rock. Sin embargo, para este nuevo disco decidió acompañarse sólo por su piano. Ese despojo, para los que tildaron de pomposo al orquestado Want One, sería un gesto de humildad. Pero no. Rufus ofrece una suficiencia al piano que sorprende, menos por la técnica que por el gusto. Ese es el vehículo para estas canciones confesionales, escritas bajo la sombra de la muerte de su madre. Y claro, la voz. Esa voz de cobre, capaz de entonar el menú de una pizzería y aún emocionar. La otra apuesta es ponerle música a sonetos de Shakespeare. Ya se escucha la comezón de los críticos, pero ¿quién es el pacato? Rufus dialoga con Shakespeare sin amedrentarse, tratándolo como lo que era: un apasionado muchacho inglés.
Martín E. Graziano
EXILE ON MAIN ST (2010 reedition)/ THE ROLLING STONES
UNIVERSAL
Ya conocen la historia: acosados por la política impositiva británica, los Stones parten al exilio francés. Keith Richards alquila una mansión decadente y en su sótano, entre celos y dealers, se graba el clásico Exile on Main St. Todo esto ocurre entre el ’71 y el ‘72. Por entonces los Stones ya tenían más que bien ganada su leyenda, pero esto fue el colmo. Casi sin darse cuenta, de esa cueva humeante la banda extrajo el elixir sagrado del rock & roll. ¡Y era doble! La atmósfera es fundamental: se respira un reviente que logra ser lírico. Un banquete de pordioseros en el palacio de Calígula. Por todo eso, hacer una buena revisión con algunos out-takes era una idea interesante, pero tenía su doble filo. Por un lado, el disco es tan excesivo que permite ‘una raya más al tigre’. Por el otro, un mal movimiento podía quitarle esa espontaneidad (que es uno de sus tesoros) y ese sonido irreproducible. Pero la historia tiene final feliz, porque se respetó el criterio original de la mezcla y esos potrillos perdidos vaya si tienen el handicap adecuado. Han pasado casi cuatro décadas, y todavía están que arden. Ahí ya están, trotando con el viento.
Martín E. Graziano

GOD WILLIN & THE CREEK DON’T RISE / RAY LAMONTAGNE
RCA
Para los que aún no tienen el gusto, Raycharles Lamontagne (si, ese es su nombre) es un carpintero barbado de New Hampshire. El asunto es que el carpintero, apenas abrió la boca para cantar, peló una de las mejores voces americanas de la década. Y ya desde Trouble (2004), su primer disco, Lamontagne se encargó de definir la matriz de su estilo: un folk-rock rústico, con la sensibilidad de The Band y las agallas de Van Morrison. Ahora, después de tres discos bajo el ala de Ethan Johns (productor de Ryan Adams, Kings of Leon y Emmylou Harris), decidió que era momento de largarse por su cuenta. Instaló a los Pariah Dogs –su banda- en el estudio de su casa y entregó una nueva cosecha de blues. God willin… tiene un arranque letal con “Repo man”, pero luego parece luchar por mantener la puntería en alto y el nivel de sus predecesores. El asunto es, claro, la dinámica que podía imprimir un productor entrenado como Johns. Aún así, la voz de Lamontagne está a punto caramelo y el toque contenido y jazzy de los Pariah Dogs es un verdadero lujo. Escucharlos zapar sobre “Devil in the jukebox”, con la armónica trenzada al slide, es tomarse un bourbon del mejor.
Martín E. Graziano

SEA OF COWARDS / THE DEAD WEATHER
WARNER
Según la tradición negra de los blues, el Mojo es una pequeña bolsa capaz de invocar la magia y el encantamiento. Bueno, Jack White tiene su Mojo, y lo tiene trabajando: el tipo no permite que su genio lo atormente y esgrime un proyecto tras otro. Poniendo sus reglas y sin sostener las bandas como si fueran una pyme. No, a Jack White lo mueve otro tipo de hambre. The Dead Weather es el cuarteto que formó con Jack Lawrence (The Raconteurs), Dean Fertita (Queen of the Stone Age) y Alison Mosshart (The Kills). El resultado de la tensión sexual con Mossahart es un hard-blues humeante, capaz de arrastrarse por las pesadillas más depravadas de Edgar Poe. Ahora, este hijo bastardo de Zeppelin y los Doors llegó a su segundo disco. Como en algunos viejos álbumes de género, en Sea of cowards se escucha la atmósfera. Eso lo vuelve humano, dispuesto al error pero con ideas y una gran convicción. El sonido saturado que eligen para despachar esos riffs enrarece el songwriting, que es clásico y moderno. Es decir, The Dead Weather habla el rock como una lengua viva, no como un producto o una pieza de museo. Hacia el final llega el mejor momento: “Old Mary”, una plegaria oscura que no me deja dormir.
Martín E. Graziano

THIS IS HAPPENING / LCD SOUNDSYSTEM
EMI RECORDS
Bienvenidos a la fiesta inteligente y un poco –bastante- psicópata de James Murphy. Y, como diría De la Rúa, es la fiesta de unos pocos: Murphy se hace cargo de prácticamente todo (sintetizadores, guitarras, bajos, voces, baterías, etc.), excepto cierto trombón y algún que otro coro femenino. Esa autosuficiencia logra una singularidad. Claro que Murphy no es el mejor ejecutante de ninguno de esos instrumentos, pero siempre es él. Un artista que no sólo es evidentemente talentoso, sino que además tiene este as en la manga: un profundo conocimiento de la cultura rock. Por esa razón, su rock de pulso bailable destila algunas influencias eruditas: kraut-rock, no-wave, el Bowie del período berlinés y, sobre todo, tanto Talking Heads como Byrne en solitario. Por si sola, esa erudición no nos diría nada sobre la obra de LCD Soundystem (de lo contrario cualquier crítico sería un buen artista, y vaya si no es así). Pero resulta que This is happening es un disco sorprendente, lleno de laberintos musicales, ganchos, disonancias y una letrística implacable. Murphy canta en el filo del nervio, tan neoyorquino como Jerry Seinfeld bailando en Studio 54. Esto realmente está sucediendo.
Martín E. Graziano
THE SUBURBS / ARCADE FIRE
MERGE
Aunque el mercado se resista a creerlo, estos colorados con pinta de mormones se convirtieron en una de las últimas grandes bandas de rock. Más allá del talento y la energía, sobre todo porque no son un revival ni un mero invento de la inteligentzia: son reales y son contemporáneos. Además está la leyenda según la cual en vivo generan una especie de éxtasis religioso que, todo parece indicar, te liquida. Por cierto, la banda de Win Butler y su mujer Régine Chassagne parece haber escuchado atentamente aquel consejo de Tolstoi: ‘pinta tu aldea’. Después del ominoso Neon bible, vuelven a miran los suburbios con el ojo clínico de Ray Davies. Y, aunque parezca un regreso a las fuentes, la banda acusa recibo por el camino andado. Ahora su sonido ya no tiene aquel timbre orgánico del comienzo, donde la banda de rock era intervenida con banjo, acordeón y violín de fiesta popular. No, The suburbs es una ráfaga new-wave con el corazón de Neil Young. Butler se sube al coche de sus viejos para recorrer el barrio donde aprendió a manejar y le rompieron el corazón por primera vez. La sensación que brota es familiar: una nostalgia llena de ansiedad que se grita desde Montreal hasta Banfield. Vaya si pintaron el mundo.
Martín E. Graziano

MOUNT WITTENBERG ORCA / DIRTY PROJECTORS & BJÖRK
INDEPENDIENTE
Para los que aún no los conocen, los Dirty Projectors son ese grupo de Brooklin que hace un pop avant-garde, con tres chicas al frente tramando armonías tipo doo-wop. Se trata, sobre todo, del mejor vehículo expresivo para su líder: el enigmático Dave Longstreth. Desde luego a Björk ya la conocemos, y sabemos muy bien que -casi siempre- donde pone el ojo pone la bala. Un tiempo atrás, la islandesa se acercó espontáneamente a la banda y el resultado del encuentro es este EP, editado por y para fines benéficos. Longstreth se encargó de componer el material a la vieja usanza: con un objetivo concreto y hasta fecha de entrega. Así, en menos de un mes ya tuvo listas estas siete canciones. Una especie de suite oceánica para guitarra, percusión, tres voces femeninas, una masculina y ese otro instrumento que, por cierto, es único: Björk. La música que nació es, al mismo tiempo, fresca y extraña; liviana como el aire y compleja como la atmósfera. Claro que hay gente que no lo va soportar, pero no hay problema. Hay discos para cada sensibilidad y eso no está para nada mal. Para productos de consumo masivo están las hamburguesas de McDonalds, los cantantes románticos y hasta Lost.
Martín E. Graziano

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