lunes, 10 de enero de 2011

LÓPEZ PUCCIO: las manos mágicas

Para los neófitos, vale la aclaración. Además de su actividad con Les Luthiers, Carlos López Puccio es el fundador y director de uno de los ensambles más prestigiosos de la música académica argentina: el Estudio Coral de Buenos Aires. El año pasado no sólo se editó Catedral (su concierto junto a la Camerata Bariloche), sino que se rescataron unas grabaciones inéditas de Los Nueve de Cámara, su grupo de mediados de los '70. Buenas razones para una entrevista. Se público en Rumbos, entrando al 2011.
LAS MANOS MÁGICAS

Por Martín E. Graziano

Ver a López Puccio de espaldas, dirigiendo al Estudio Coral de Buenos Aires y la Camerata Bariloche como si fueran una caballería celestial, es pura belleza. Repito, sólo verlo: la figura elegante y espasmódica, la melena blanca flotando en el pasillo central de la Catedral metropolitana. Ahora, si además escuchamos la música maravillosa que sube desde allí, estamos ante una verdadera revelación. De eso se trata Catedral, el disco y DVD que registra el concierto que dieron en conjunto el Estudio Coral (fundado y dirigido por López Puccio) y la Camerata en las vísperas de la Navidad de 2009.
Organizado por el Collegium Musicum, la idea inicial fue unir en un concierto abierto a –como señala el crítico Diego Fischerman- “los dos grupos independientes de mayor continuidad y trascendencia en la escena de la música clásica argentina, a lo largo de varias décadas”. Dado el contexto, la elección del programa tenía que ajustarse a un repertorio sacro. Es decir, música creada para los ritos del cristianismo, como los motetes de Bach. Sin embargo, a los números puestos como el propio Bach y Mozart, López Puccio añadió piezas menos transitadas y más contemporáneas como los “Two psalms” de Gustav Holst y el “O sacrum convivium!” de Olivier Messiaen.
Desde luego, no deja de asombrar la vitalidad de este hombre que, con casi 40 años como miembro estable de Les Luthiers y otros 30 al frente del Estudio Coral, continúa imponiéndose desafíos.
-¿Cuáles son los desafíos que encontraste en un concierto como el de Catedral?
-Reunir al Estudio Coral con Camerata es una idea que, aunque compleja, en lo artístico parece casi obvia. Las dos agrupaciones han sido referentes musicales en Argentina desde hace muchos años, y las liga tanto una búsqueda parecida de la calidad como una actitud hacia el hacer música que podríamos llamar amateur, en el mejor sentido de la palabra. Tenemos algo de hermanos, ellos en lo instrumental y nosotros en lo vocal. Y es claro que los dos grupos pueden complementarse artísticamente, que hay cierto repertorio para el que tiene sentido que se reúnan sin inventar excusas ni hacer adaptaciones.
-Y ¿cómo fue apareciendo ese repertorio especial que eligieron?
-Cualquier agrupación como las nuestras prepara obras que luego pasan a formar parte de su repertorio. Digamos que se "invierte" tiempo de ensayo y preparación para producir una interpretación buena o muy buena de esas obras y -lógicamente- estas obras perduran e integran los programas venideros. En el caso del Estudio Coral puede verse como una ecuación económica: es poco “rendidor” preparar con mucha calidad obras que van a ser cantadas sólo una vez, como ocurrió con las obras de Mendelssohn. Y las de Holst, que fueron un hallazgo: se me cruzaron rebuscando desesperadamente obras no demasiado manidas para coro y cuerdas. Algo similar me pasó con el Mendelssohn, una composición sólo recientemente editada. El Mozart que fue bis, es un bellísimo "clásico". Muy hecho, muy gastado, a veces casi maltratado. Y por eso conviene hacerlo bien de tanto en tanto. Es tan clásico que es la única obra que la mayor parte del coro canta de memoria.
-En el DVD puede verse que, aunque muy concentrado, por momentos hay una parte tuya que pareciera estar gozando. ¿Queda lugar para eso?
-Creo que precisamente ese es el compromiso: la interacción de planos que define buena parte de la tarea del director. No sé si todos mis colegas trabajan de la misma manera. Yo siento que debo poner en la tarea los dos perfiles, casi como un juego de doble personalidad: debo ser artífice y disfrutador a la vez. El director debe prever la música, fabricarla con su gesto y al mismo tiempo gozar de ella. Estar también del lado del oyente. Un director debe ser el primer control de calidad de su producto, un control instantáneo que en el acto le permite –cuando se puede- ir encausando la versión, enderezando las desviaciones de su idea óptima de la interpretación de la obra.
-Llevar adelante este proyecto involucra mucha gente, capacidad, sacrificios y compromisos. ¿Por dónde pasa la mayor retribución?
-El Estudio Coral es uno de los poquísimos grupos de nivel profesional en el país que se reúne básicamente por pasión. El grupo ensaya tres veces semanales de dos horas. Todos son profesionales de la música, que hacen música para vivir. Pero al Estudio van a buscar otra cosa: el placer de hacer eso y de esa manera. Si bien no somos necesariamente amigos, hay en el grupo una complicidad, una afinidad, una relación muy fuerte en ese estar todos embarcados en un proyecto tan poco rentable y, a la vez, tan valioso para cada uno de nosotros.

SER UN LUTHIER
Algunos caminos se abren naturalmente, pero otros parecen labrados por el azar más descabellado. López Puccio transitó las dos vertientes. Por un lado, en Rosario y ya desde muy chico soñaba con ser Director de Orquesta. Por esa razón viajó a La Plata para estudiar y comenzó a tocar viola da gamba en el conjunto rosarino Pro Música. Ese camino devino, finalmente, en la fundación del Estudio Coral. Pero, por otro lado, pasaron algunas cosas inesperadas. Además de tocar violín y piano, fue apareciendo un interés por algunos instrumentos extraños. También fue desarrollando un humor muy peculiar y, apenas desembarcó en Buenos Aires, se acercó a la efervescente escena cultural de fines de los ’60. No podía saber que su paso de Pro Música a un incipiente grupo de música y humor iba a cambiarle la vida. El grupo, un desprendimiento de I Musicisti, había decidido bautizarse como Les Luthiers.
-¿Sospechabas la dimensión que podía tomar Les Luthiers?
-Fui conociendo por separado a los integrantes del primer I Musicisti. En 1967, a poco de la división del grupo en dos, recibí invitaciones de ambos para integrarme a sus filas. Supongo que yo era un candidato “natural”: estudiante superior de música y violinista, con actividad coral previa y buena relación con varios de ellos. Además tenía el perfil ya un poco profesional que ambos grupos podían buscar para un nuevo integranteo. Al cabo, en 1969 acepté una invitación urgente que me hizo Carlos Núñez (había que presentarse en un café concert y faltaba cubrir un lugar). La verdad es que no acepté pensando que sería un éxito y que de eso llegaría a poder vivir. Lo hice porque admiraba lo que hacían (los había seguido como público en los años anteriores) y me divertía mucho la idea de participar de ese engendro que –yo habría apostado- tendría una duración efímera.
-El éxito de Les Luthiers es una prueba de que el gran público puede disfrutar de estas propuestas. ¿Crees que se lo subestima?
-La verdad es que no creo que la existencia de Les Luthiers demuestre que el público sea subestimado. Si sólo por subestimar al público, los empresarios se perdieran ganar dinero con cosas como Les Luthiers, los que manejan el mundo del espectáculo serían simplemente tontos. Porque si sólo fuera eso, a esta altura –y con las décadas de evidente buen resultado en boletería- ya existirían muchos grupos similares. El verdadero problema es que no es nada fácil hacer algo de la calidad de Les Luthiers. Hace falta mucho trabajo, mucha experiencia, mucho tiempo, dinero... y (modestia aparte) genio. Creo que ese el “secreto” del éxito de Les Luthiers: ofrecer algo de una calidad tal que es muy difícil de encontrar. Por eso es valorado por el público, querido, deseado y reconocido.
-Dentro del grupo, ¿qué esfuerzos hacen para sostener no sólo el nivel, sino también la convivencia de personalidades tan distintas?
-Hicimos muchos años de trabajo psicológico. Tuvimos durante décadas ese ámbito contenedor -pero a la vez de descarnada franqueza- que fue el consultorio de Fernando Ulloa- Ahí fuimos pudiendo enfrentarnos, pelearnos y al cabo aceptarnos, entendernos con todos nuestros defectos a cuestas. Creo que aprendimos a construir y sostener un clima de trabajo y mutuo respeto dentro de las diferencias. Fue algo muy largo, un trabajo nunca terminado del todo porque todos seguimos cambiando a lo largo de la vida, pero que sin embargo hasta hoy sigue vigente: tenemos mucha conciencia del otro, de lo valioso e inevitable de la disparidad de opiniones –aunque siempre cueste más de lo que se pregona-. Y, sobre todo, de que Les Luthiers es algo que ninguno habría podido construir sin el aporte de los demás.
-¿Habrá alguna vez la famosa gira infinita de despedida (estilo Chalchaleros), o el final de Les Luthiers no está en los planes?
-Parece una paradoja eso de llegar al fin con una gira infinita. Si realmente lo fuera, no estaría nada mal como plan. Pero no, por el momento apostamos a que un día Les Luthiers se va terminar “por fuerza mayor”. No por nuestra decisión.

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