Editado por el sello Viento Azul, un par de meses atrás se publicó el tercer disco de Lebrero. Graziano lo reseñó para la revista Rolling Stone y, como corresponde, el texto también está en este blog.
TOMI LEBRERO & EL PUCHERO MISTERIOSO- Me arrepiento de todo
Detrás de su máscara de chamán bufonesco, Lebrero es un intelectual que no se anda con chiquitas. Desde sus primeros pasos como cancionista, se propuso recuperar musicalmente el puente entre la ciudad cosmopolita (tango, rock) y la fuente rural (milonga, pericón, rasguido doble). No como gesto posmoderno, sino en busca de la tradición que pusiera a Corsini en pie de igualdad con Yupanqui y Charly García. Sin embargo, en sus discos el contexto acústico tenía una psicodelia que contrastaba con el rigor musical. Un espíritu trashumante que esta vez se propuso atenuar con la producción de Lisandro Aristimuño, para dosificar el humor y otorgarle espesor analógico al registro. La ecuación dio resultado: Me arrepiento de todo tiene esa liviandad profunda de los brasileros. Como Borges, incluso como el cineasta Mariano Llinás, Lebrero abre los colores de su país afectivo para que los atraviese el mundo: “voy a retratar el paisaje criollo del universo / voy sin show de televisión cruzando un desierto / soy el cantor de los pueblos”. Así se escucha la vidala cósmica del siglo nuevo.
Martín E. Graziano
Detrás de su máscara de chamán bufonesco, Lebrero es un intelectual que no se anda con chiquitas. Desde sus primeros pasos como cancionista, se propuso recuperar musicalmente el puente entre la ciudad cosmopolita (tango, rock) y la fuente rural (milonga, pericón, rasguido doble). No como gesto posmoderno, sino en busca de la tradición que pusiera a Corsini en pie de igualdad con Yupanqui y Charly García. Sin embargo, en sus discos el contexto acústico tenía una psicodelia que contrastaba con el rigor musical. Un espíritu trashumante que esta vez se propuso atenuar con la producción de Lisandro Aristimuño, para dosificar el humor y otorgarle espesor analógico al registro. La ecuación dio resultado: Me arrepiento de todo tiene esa liviandad profunda de los brasileros. Como Borges, incluso como el cineasta Mariano Llinás, Lebrero abre los colores de su país afectivo para que los atraviese el mundo: “voy a retratar el paisaje criollo del universo / voy sin show de televisión cruzando un desierto / soy el cantor de los pueblos”. Así se escucha la vidala cósmica del siglo nuevo.
Martín E. Graziano
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