Un evento extraño. Graziano se ha comunicado con nosotros. Alguien deslizó un sobre por debajo de la puerta en mi domicilio. Se trata de un texto reciente de nuestro periodista, probablemente muy menor y anecdótico, pero urgente. Aquí está.
A fines de los ’30, Borges sufrió un accidente que lo dejó a pasos de la muerte, bailando con una septicemia delirante. El infortunio –el golpe con la arista de una ventana, para ser precisos- fue relatado bastante más tarde en “El sur”. Durante su penosa convalecencia, Borges se preguntó si acaso habría perdido sus facultades como escritor. La única manera de obtener una respuesta fue obligándose a verter un cuento. No un ensayo, no un poema. Un cuento. Se puso manos a la obra y rubricó “Pierre Menard, autor del Quijote", un relato analítico, preciso como un bisturí, que manifestó rotundamente la prevalencia del oficio. Borges conservaba sus facultades. Después vinieron las musas desaforadas y el narrador alcanzó su cenit, pero esa confirmación fue vital.
Hace alrededor de un año, Abelardo Castillo me contó una experiencia análoga. Tuvo lugar cuando acababa de poner el punto final a Crónica de un iniciado, la novela en la que había volcado todo hasta sentirse vaciado. “Sentí que no iba a poder volver a escribir –me dijo Castillo-. Y me obligué, de alguna manera, a escribir un cuento que es “La cuestión de la dama en el Max Langhe”, que no tenía nada que ver ni con Crónica de un iniciado y ni siquiera con mis ganas de escribirlo. Lo único que tenía era la idea del cuento: un hombre que mata a su mujer mientras se supone que está jugando una partida de ajedrez en presencia de todo el mundo. Incluso lo escribí directamente en la computadora, cosa que es muy rara. En realidad, lo hice para sentir que podía escribir”.
Lo que me lleva, invariablemente, a Charly García. Desde hace unos minutos escucho una y otra vez “Deberías saber por qué”, la canción que escribió después del colapso y durante su estadía en el vaporoso sueño fármaco. Acaso no sea su mejor canción. Acaso ni siquiera sea una de sus buenas canciones. No lo se. No me importa. Pero allí están sus facultades: su sexto sentido melódico, el oficio para diseñar un concepto, la honestidad. La pólvora no se mojó. García puede escribir, puede cantar, puede componer. Es una noticia emocionante. Brindemos por él, por las canciones que vendrán y, sobre todo, por nosotros. Estamos vivos.
viernes, 7 de agosto de 2009
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