Esta vez Graziano se ocupa de Nictógrafo, el primer disco de Lucio Mantel. La reseña apareció en abril de 2009, en las páginas de la revista La Pulseada.
LUCIO MANTEL: Nictógrafo
Tanto el registro como la intención vocal de Lucio Mantel evocan a algunos de los padres del rock argentino. Sin embargo, el contexto musical que propone no tiene mucho que ver con lo que hoy se llama rock, al menos en los medios masivos. Mantel pertenece a una camada de cancionistas, fundamentalmente acústicos, que trascienden los géneros, tomando elementos de cada uno de ellos para ponerlos en diálogo con nuestros días. En el caso de Lucio, el acento está puesto en las músicas de raíz folclórica, aunque el imaginario poético transite otros rumbos. A lo largo de Nictógrafo –su primer disco-, interpreta y arregla sus propias composiciones, orquestadas con pericia sobre un trío base de guitarra española, contrabajo y percusión. De acuerdo al aliento de la pieza, elije subrayar con cuerdas, vientos y algún teclado ocasional. En “Zamba desnuda”, Fer Isella –hijo de Cesar- aporta su arsenal minimalista de rhodes, hammond y hasta mellotron, y la soberbia Mariana Baraj se hace cargo de algunos versos. El resultado es una pequeña maravilla. Por otra parte, en tiempos donde la calidad del sonido ha quedado desplazada por sobre la cantidad, es un gesto de romanticismo la sonoridad delicada y orgánica de estas canciones. Canciones que, confiesa Mantel, “fueron compuestas sin saber si alguien las iba a escuchar alguna vez, escritas en una virtual oscuridad que evoca la luz”. Justamente, el nictógrafo es un artefacto creado para escribir desde allí, desde la oscuridad.
Martín E. Graziano
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