Algunas semanas atrás, Javiera Mena pasó por Buenos Aires para presentar su segundo disco. Una exploración de la identidad con los pies en la pista de baile y los ojos perdidos en un juego de espejos. Aún inédito en nuestro país, su título es -justamente- Mena. Graziano la entrevistó para G7: este es el texto.
SUPERFICIES DE PLACER
Por Martín E. Graziano
En la casa de Javiera Mena, nunca hubo lugar para el placer culposo. Si bien tiene una formación musical académica, desde el comienzo la cantautora chilena asumió con alegría y sin complejos el influjo de la música pop radiable. Esas canciones que escuchaba en la infancia y se adhirieron como chicle a su ADN musical. Por eso no resultó demasiado extraño que, para su primer disco, grabara una versión electro-pop de “Yo no te pido la luna”, el hit ochentoso que popularizó la mexicana Daniela Romo. Esquemas Juveniles salió a las pistas en 2006 y no sólo puso a Javiera al frente de una nueva generación de cantautores chilenos que incluía a Gepe y Francisca Valenzuela. A través de su edición en Argentina y las giras por México, también se ubicó como un referente continental para la canción melodramática de sensibilidad electrónica.
El año pasado, Javiera publicó su segundo disco a través de su propio sello: Unión del Sur. Un viaje personalísimo con los pies en la pista de baile que tituló sencillamente Mena. El primer corte del disco (aun sin edición argentina) fue “Hasta la verdad”, una perla pop que mereció un EP con ocho remezclas. La recepción fantástica de las canciones en tierras aztecas y la amistad con Julieta Venegas, plantearon la posibilidad de instalarse en México como plataforma de trabajo. Pero mientras ajusta los pasos de su futuro, Javiera sigue batallando desde Santiago y en marzo pasó por Buenos Aires para dar un concierto en el ciclo MSTRPLN.
Entre Esquemas Juveniles y Mena hay, más que cambios horizontales, una profundización. En ese sentido, ¿cómo funciona el título con tu apellido?
Si, es un disco ya más avanzado en el tiempo, con más conocimiento y más vivencias. Mi apellido funciono para mí como el nombre del disco, pero hasta fonéticamente me gusta un montón. Además la ‘mena’ es el primer mineral de donde se extrae una piedra preciosa, como oro, plata o platino. Entonces esa búsqueda se refleja también en lo que es hacer un disco, buscar las canciones y pulirlas. El arte fue guiado hacia una exploradora de piedras, como lo que pasa al componer. [El diseñador argentino] Alejandro Ros opinaba que era un apellido increíble para hacer un diamante, que sonaba a muchas cosas, y este diamante es el signo que ando trayendo y que sale en la portada.
Aunque Mena tiene siempre por delante el beat bailable, es un disco reflexivo. ¿Cómo decidiste ese equilibrio?
Me gusta mucho esa dualidad del baile con letras intensas. Fue una dirección que se fue dando, no la decidí. Siempre me ha gustado el pop, y mi formación académica me ayudo a entenderlo más. Saber cosas como que la sinfonía es una gran canción, entender la armonía, leer partituras… todo eso, a pesar de que yo no trabaje con partituras, me ayudo a tener más claridad al momento de componer.
Bueno, digamos que en tu música no existe la idea cristiana del placer culposo.
Claro, yo nunca tuve culpa por el pop. ¡De verdad que me emociona “Yo no te pido la luna”!
Ya colaboraste en un par de oportunidades con Lucas Martí y hasta versionaste a Virus. ¿Por dónde pasa tu relación afectiva con la música argentina?
Argentina fue el primer país donde viaje a mostrar mi música, y se me recibió muy bien. Ahí conocí a un montón de bandas, a Melero, Rosario Bléfari, Aldo Benítez. Me hice amigos importantes. De hecho, mi primer disco fue editado por Índice Virgen aún antes que en Chile. En esos tiempos me daba cuenta que había más situaciones musicales en las que yo podía participar que acá en Chile. Bueno, y con Lucas tengo una hermandad musical muy especial. Yo amo su lirica y su música, por eso siempre que voy lo visito y hacemos algo, sea un video o alguna colaboración. Ya es un lugar al que tengo que ir si o si en Argentina.
¿Hasta dónde llegan tus planes?
Voy de a poco, en general no pienso a grandes distancias. La intuición es parte de mí. Todo el tiempo es así y no ha cambiado mucho.
El año pasado, Javiera publicó su segundo disco a través de su propio sello: Unión del Sur. Un viaje personalísimo con los pies en la pista de baile que tituló sencillamente Mena. El primer corte del disco (aun sin edición argentina) fue “Hasta la verdad”, una perla pop que mereció un EP con ocho remezclas. La recepción fantástica de las canciones en tierras aztecas y la amistad con Julieta Venegas, plantearon la posibilidad de instalarse en México como plataforma de trabajo. Pero mientras ajusta los pasos de su futuro, Javiera sigue batallando desde Santiago y en marzo pasó por Buenos Aires para dar un concierto en el ciclo MSTRPLN.
Entre Esquemas Juveniles y Mena hay, más que cambios horizontales, una profundización. En ese sentido, ¿cómo funciona el título con tu apellido?
Si, es un disco ya más avanzado en el tiempo, con más conocimiento y más vivencias. Mi apellido funciono para mí como el nombre del disco, pero hasta fonéticamente me gusta un montón. Además la ‘mena’ es el primer mineral de donde se extrae una piedra preciosa, como oro, plata o platino. Entonces esa búsqueda se refleja también en lo que es hacer un disco, buscar las canciones y pulirlas. El arte fue guiado hacia una exploradora de piedras, como lo que pasa al componer. [El diseñador argentino] Alejandro Ros opinaba que era un apellido increíble para hacer un diamante, que sonaba a muchas cosas, y este diamante es el signo que ando trayendo y que sale en la portada.
Aunque Mena tiene siempre por delante el beat bailable, es un disco reflexivo. ¿Cómo decidiste ese equilibrio?
Me gusta mucho esa dualidad del baile con letras intensas. Fue una dirección que se fue dando, no la decidí. Siempre me ha gustado el pop, y mi formación académica me ayudo a entenderlo más. Saber cosas como que la sinfonía es una gran canción, entender la armonía, leer partituras… todo eso, a pesar de que yo no trabaje con partituras, me ayudo a tener más claridad al momento de componer.
Bueno, digamos que en tu música no existe la idea cristiana del placer culposo.
Claro, yo nunca tuve culpa por el pop. ¡De verdad que me emociona “Yo no te pido la luna”!
Ya colaboraste en un par de oportunidades con Lucas Martí y hasta versionaste a Virus. ¿Por dónde pasa tu relación afectiva con la música argentina?
Argentina fue el primer país donde viaje a mostrar mi música, y se me recibió muy bien. Ahí conocí a un montón de bandas, a Melero, Rosario Bléfari, Aldo Benítez. Me hice amigos importantes. De hecho, mi primer disco fue editado por Índice Virgen aún antes que en Chile. En esos tiempos me daba cuenta que había más situaciones musicales en las que yo podía participar que acá en Chile. Bueno, y con Lucas tengo una hermandad musical muy especial. Yo amo su lirica y su música, por eso siempre que voy lo visito y hacemos algo, sea un video o alguna colaboración. Ya es un lugar al que tengo que ir si o si en Argentina.
¿Hasta dónde llegan tus planes?
Voy de a poco, en general no pienso a grandes distancias. La intuición es parte de mí. Todo el tiempo es así y no ha cambiado mucho.
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