miércoles, 16 de febrero de 2011

ESTELARES: el gabinete de la canción

Después de una década de trabajo en las sombras, la banda de Manuel Moretti saltó las vallas del under y alcanzó la popularidad. El año pasado rubricaron su momento con Una temporada en el amor, conciertos repletos y hasta un compilado de grandes éxitos. Para la revista Rumbos, Graziano los entrevistó y armo esta nota. Desde luego, una nota que para los iniciados sólo es introductoria. Aquí está.
EL CORAZÓN SOBRE TODO

Por Martín E. Graziano

La justicia poética, un viejo problema. Por ejemplo: durante toda una década, una banda de rock es un secreto entre iniciados. Sin embargo, sus canciones no son un ejercicio para minorías, sino vehículos populares que trafican con emociones verdaderas. Son canciones hermosas y sensibles que, sin claudicar ni un poco de su honestidad, quieren comunicar. Pero los oídos del público están en otro sitio y la banda sigue tocando en los bares esas canciones perfectas para todos que disfrutan unos pocos. Eso es una paradoja. Y eso era Estelares.
Recién en 2003, con la salida de su tercer disco Ardimos, algo pareció cambiar. Producido por Juanchi Baleiron (Pericos) y con el apoyo de Popart, Estelares ajustó algunas tuercas para su pop-rock de aliento lírico. Tenían un as en la manga: Manuel Moretti no sólo era una gran usina compositiva, sino un cantante con resto y convicción. Por su parte la banda ya estaba a punto caramelo, con Víctor Bertamoni (guitarra), Pali Silvera (bajo) y Carlos Sánchez (batería) en pleno dominio de sus facultades. Finalmente, a caballo de hits imbatibles como “Ella dijo” y “Un día perfecto”, Sistema nervioso central (2006) logró saltar las vallas del underground y Estelares empezó a jugar en primera.
El año pasado, la edición de Una temporada en el amor confirmó su lugar en la grilla convocante de los festivales. El disco, una reflexión sobre el amor como construcción, abrió la paleta de colores expresivos y allanó el camino para un destino de clásico.
-Con esta perspectiva, ¿cómo creen que llevaron la transición de la banda de culto hacia el grupo popular?
PS: Si bien los artistas de culto tienen su valor en el hecho artístico, la realidad es que siempre quisimos comunicar a la mayor cantidad de personas que se pueda. Por suerte, la transición fue peldaño a peldaño y no nos costó. Nos acomodamos rápidamente porque nos enfocamos en lo nuestro: hacer canciones.
VB: Siempre buscamos satisfacer nuestras expectativas, y dentro de Estelares nos movilizan las artísticas. Las presiones externas también son bienvenidas, porque significa que no estamos solos en esto. Y esa presión es buena para cualquier artista.
-Pero, ¿se plantearon cómo resolver las expectativas generadas para el último disco?
MM: Si, por supuesto. Cuando empezamos a trabajar en Una temporada en el amor éramos muy conscientes de que estábamos armando el sucesor de un disco muy exitoso. Durante los primeros ensayos nadie decía nada, pero cuando nos pusimos a hablar estábamos un poco asustados. Ninguno dudó jamás de las canciones, pero si dudábamos sobre si este disco iba a sonar tanto como el anterior. Te ponés a carburar, pero finalmente nuestro oficio es componer, armar y grabar canciones. No podemos andar inventando algo raro: por ponerte a pensar no va a venir alguna cosa milagrosa que se te meta en la cabeza. No, la única manera en que lo vas a resolver es laburando, trabajando versos, estribillos y estructuras. De esa manera enfrentamos el disco y de esa manera lo resolvimos. Recuerdo como idea esa hermosa frase de Charly: “música es lo que das”.
-La cancionística de Estelares parece oscilar entre el rock de autor y la canción popular. ¿Cómo prefieren pensarlo?
VB: Somos un grupo de rock, pero admiramos y disfrutamos de todos los géneros musicales. Cuando una canción, un compositor o un intérprete, logra tocar una fibra popular se consigue algo muy valioso. Es como que se cierra un círculo y se abre un mundo perfecto. Por eso cualquier artista que encaje en esta situación nos va a despertar admiración. En nuestra amplitud de parámetros caben desde bandas de género como Lynyrd Skynyrd hasta pianistas como Horacio Salgán, que podría escuchar toda mi vida. También Sinatra, nuestro querido y admiradísimo Carlos Gardel, los Beatles, Kinks, Dylan, Neil Young y los cancioneros populares argentinos como Leonardo Favio, Sandro, Charly García, Spinetta, Páez, Calamaro, Pappo, Virus…
-Nombraban a Sandro y Leonardo Favio. ¿De dónde proviene el influjo de esos cantores populares?
MM: En mi caso, fue la primera música que escuché en mi vida. Pienso en Julio Iglesias, Roberto Carlos, Leonardo Favio, Nino Bravo, Nicola Di Bari. Música materna, claro, que se escuchaba todo el tiempo en mi casa. Lo que pasa es que todos estos cantantes tienen una relación con la melancolía y con la pérdida muy épica-romántica que es muy italiana, muy latina. Y yo soy Moretti, italiano de cabo a rabo. Me estoy dando cuenta que ese es el cantante que aparece en mi. ¡Es genético! Todo eso es la primera música que yo escuché. Ahí quedé. Y ahí seguimos.

EL OFICIO DE LA CANCIÓN
Aunque Moretti y Bertamoni son de Junín, las raíces hay que buscarlas en La Plata. En ese linaje paradójico de la ciudad racionalista y romántica, que permitió bandas como los Redondos, Virus y los Peligrosos Gorriones. En ese caldo de cultivo surgió Peregrinos y luego, de sus cenizas, Estelares. Extraño lugar (1996) fue un debut auspicioso para la crítica pero, después de Amantes suicidas (1998), la banda ingresó en un limbo. Demorado en las gateras burocráticas, Ardimos pasó un par de años en la sombra y la banda en estado en angustia.
-¿Cómo convivieron con todo ese desgaste?
VB: Estuvimos todo ese tiempo componiendo, haciendo demos, tocando poco pero periódicamente. Nunca dejamos de trabajar: primero con Seba Escofet, luego con Juanchi Baleiron. Nos marcaron rumbos, apoyaron nuestra propuesta y la hicieron crecer. Nos dieron ánimo y grandes empujones. El presente estelar es una consecuencia de aquellas épocas de trabajo en la intimidad de salas de ensayo y estudios caseros, de debates en bares y preguntas sin respuesta. Siempre con fe, sabiendo que hacia algún lugar íbamos.
-Muchas canciones del repertorio actual remiten a épocas difíciles, como los éxodos del 2001. ¿Por qué en un gran momento mirar hacia esos momentos de pérdida?
MM: Porque está muy bien saber de dónde venimos. Son canciones muy fuertes y fundacionales que aunque hablan de conflictos y todo, siempre están llenas de luz. Pienso que es como estar en el mejor momento y justamente por eso ir y hacerle un juicio a los militares, a los genocidas. Esto no es más que una revisión de canciones que se volvieron a imponer porque tenían mucho para decir. De hecho, acá están y la gente devuelve.
-El mejor arte, ¿nace del dolor o la pérdida?
MM: No, para nada. El mejor arte nace de la investigación y la manifestación de la honestidad sensible. Yo suelo tomar algunas líneas psicoanalíticas, y puede ser tristeza o puede ser dicha, pero el motor es el deseo. A veces estás en función de dicha, a veces estás en función de pérdida. Pero siempre se trata de un artista intentando traducir su espíritu, cifrarlo en algo, sea una película o una canción. Sobre todo, debe ser bastante honesto con la realidad que está viviendo. Si está lleno de mierda, va a tener que dar mierda…
-Sin embargo, si uno es feliz, no escribe canciones y se dedica a vivir esa dicha.
MM: Entiendo perfecto. Pero en mi caso, tengo una necesidad básica y tiene que ver con la forma en que se manifiesta el oficio. El oficio no tiene que ver con la tristeza ni con la dicha. El oficio es hacer el ejercicio porque si no me agarra neurosis y me siento mal. Hay algunos tipos a los que por ahí no les pasa nada, pero hay una parte mía que empieza a decir: ‘boludo, ponete las pilas’. En mi caso el ejercicio del oficio incluso me hace sentir más contenido. Es un mecanismo natural.
-Las canciones de Manuel siempre fueron muy personales. ¿Cómo se las apropia la banda?
VB: La primera vez que escuche a Manuel cantar alguna de sus canciones me conmovió. Supe que, además de un gran cantante, ahí había un compositor. Sentí que había que trabajar esas canciones y llevarlas lo más lejos posible. Claro que en aquel momento teníamos mucho que aprender, tanto Manuel como compositor, yo como guitarrista y la banda toda. Pero ya existía la semilla de alguien que intentaba algo, que emanaba canciones reales y construía un mundo poético-musical. Había melodías que tenían que ser oídas.

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