martes, 8 de febrero de 2011

ANA TIJOUX: rap del exilio

La MC franco-chilena es acaso una de las mejores rappers de Latinoamérica. 1977, su segundo disco como solista, es un ajuste de cuentas con su propio pasado que le valió tanto los elogios de Thom Yorke como las ediciones por todo el globo. A fines de 2010 estuvo por Argentina y parece que Graziano aprovechó la oportunidad para entrevistarla. Parte del diálogo se publicó en G7 y, ahora, también aquí.
RAP DEL EXILIO

Por Martín E. Graziano

Para bien y para mal, la historia de Ana Tijoux está enlazada con la historia de Chile, su país. Cuando comenzó la dictadura de Pinochet, sus padres no tuvieron más remedio que refugiarse en Francia. Ana nació allí en 1977, y pasó su infancia y buena parte de su adolescencia en las calles de París con los hijos de otros exiliados y refugiados del mundo. Así, mientras en su casa giraban los vinilos de Víctor Jara, Viglietti y Chico Buarque, Ana empezaba a identificarse con la rabia de esos muchachos que rapeaban en Do the right thing, de Spike Lee.
Como sucedió con otras familias en el exilio, cuando volvió la democracia a Chile sus padres decidieron emprender el retorno para apoyar el cambio. Ya en Santiago, Ana se fue vinculando con la incipiente movida del hip hop chileno. En 1997 formó Makiza que, junto a Tiro de Gracia, fue la punta de lanza para el rap chileno de la década. Muy pronto se destacó con su flow implosivo y unos textos notables de caladura poética. Ana Tijoux, lo supieron todos, tenía algo distinto. Naturalmente, se largó sola con Kaos (2007) y el año pasado puso todas las cartas sobre la mesa. 1977, editado recientemente en Argentina por PopArt, es un disco soberbio que le valió los elogios de la prensa internacional y hasta de Thom Yorke. Una movida arriesgada que, de algún modo, es un ajuste de cuentas con su pasado.
¿Por qué sentiste la necesidad de hacer este disco ahora?
Es una reafirmación de identidad. No es estrictamente autobiográfico, pero es un disco muy reflexivo. Estuve con una banda muchos años, y posta que en una banda es muy difícil encontrar quien es uno. Es muy difícil tratar de no cumplir las expectativas ajenas, porque hay que conciliar y negociar. Pero también es sano quebrar, porque es parte del proceso de un músico matar su propio ícono. Puede sonar ególatra, pero 1977 fue como hablarme a mi misma y decir ‘esta soy yo’. Como estaba cumpliendo sólo expectativas personales, juré que me iba a gustar a mí, nomás. Pero tuvo mucho más bombo y caja de lo que pensaba.
Tus canciones pueden ser muy autobiográficas y descarnadas. En ese sentido, ¿tenés un límite?
No me lo he planteado. Uno tiene que asumir que cuando se empelota, el equilibrio es delicado. Y no sé hasta cuanto me empeloto todavía. Muchas veces me han dicho que no tengo que exponerme tanto, pero es parte esencial de lo que hago. Si no, pierde el sentido. Pa’ mi, por lo menos.
Violeta Parra hizo de esa exposición su arte. Y vos, justamente, grabaste temas de ella en clave hip hop. ¿Qué significa Violeta para vos?
Es fundamental. Violeta es la persona más punk y rapera que conozco. A medida que fui descubriendo su trabajo me di cuenta que no hay persona más sincera, imperfecta y humana. Pero hay una imagen muy errada con respecto al rol del músico: se supone que tiene que ser simpático, amable. No, ¡un músico tiene que ser real! Si no, pasa al santificado y se momifica. A mí me gusta ver a Chico Buarque sudando, casi llorando. Por eso me gusta tanto el rap: empezamos a tocar porque necesitábamos decir algo, gritar, sudar, expresar. Y el rap tiene un lenguaje de lo inmediato, de lo no esperado, lo imperfecto y finalmente lo humano.
El hip hop es una cultura que nació en otra realidad. ¿Cómo llegaste a sentirla propia?
En el ’91, un grupo francés que se llama Supreme NTM, hizo un tema que se llamaba “Le monde de demain”. Decían algo muy bacán en forma muy irónica: “que suerte vivir en Francia: igualdad, fraternidad…”. Y en el fondo lo que decía era ‘métanselo por el orto’. Yo de papá chileno y el otro que era hijo de argelino, encontrábamos la desigualdad que había y sentíamos lo mismo. Digo que no se trata de que el hip hop nació en el Bronx, porque lo que lo cruza al género no es el país: es la rabia, el descontento, la necesidad.

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