MARIANA BARAJ: Churita
Parece que Mariana Baraj halló la horma de su zapato. Después de llevar su bagaje folklórico hacia el jazz y el avant-garde en Deslumbre y Margarita y azucena (discos muy disfrutables y llenos de hallazgos, pero discos de búsqueda), se despojó de gestos y privilegió un registro naturalista. Orgánico, con un profundo cable a tierra. Desde luego, no estoy diciendo que Churita sea un disco de folklore ortodoxo. Para nada: la cantante y percusionista metabolizó sus exploraciones para empuñar un lenguaje propio. De hecho, tras un prolongado estudio del cancionero latinoamericano, este es su debut como compositora. Y Mariana compone con sabiduría, buscando en las coplas el perfume anónimo de los ancestros. Tejiendo su propio mapa de intereses, que a la árida música del noroeste le aporta una brisa del litoral. El acordeón de Alejandro Franov es, en ese sentido, vital. Como el trabajo de su ensamble con Quique Ferrari (bajos y contrabajos) y el guitarrista uruguayo Juan Pablo Chapital. Hay algunos invitados: por un lado, Fernando Ruiz Díaz, que abre su canto hacia una vertiente ya insinuada en Catupecu. Por el otro, Martín Churba y el fotógrafo Marcos López, que cierran este universo de maravillas.
Martín E. Graziano
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