viernes, 30 de julio de 2010

RESEÑA: Humanas -voces-

Aqui debajo está la reseña que escribió Graziano sobre el nuevo disco de Liliana Vitale y Verónica Condomí. Editado por MDR hace unos meses, el retorno del dúo hasta el momento pasó injustamente desapercibido. El texto se publicó en el número de julio de La Pulseada.

VITALE/CONDOMÍ: Humanas (voces)
La democratización del disco y el fácil acceso a una grabación digna trajeron cientos de buenas noticias y un puñadito de malas. Por ejemplo, se originó un torrente imparable de música grabada que, mayormente, no resistirá el paso del tiempo. Discos como alfajores, sin peso específico, destinados a la escucha semanal y el descarte. En ese sentido, Humanas –voces- quiere ser un disco a la vieja usanza: el destilado de años de vivencias. Lo cierto es que si bien Vitale y Condomí nunca disolvieron su alianza, pasaron más de 25 años desde Camasunqui, su último registro. La dinámica es la misma de siempre, con sutiles variaciones. Liliana sigue explorando los registros más bajos y Verónica vuela como pájaro, generando en el medio un océano para navegar y encontrarse. La estructura es sabia: el disco equilibra improvisaciones vocales con algunas composiciones, escogidas entre su propio repertorio y el de autores de su mapa de intereses (Peteco Carabajal, Spinetta, Chacho Etchenique). Así, una canción con instrumentación mínima ayuda a devolver los pies sobre la tierra cuando las improvisaciones alcanzan un grado de abstracción casi zen. Son tramos cargados con una densidad ancestral, anclados en la memoria de la especie. Es decir, estas piezas podrían tener cinco mil años o ser cantadas en el fogón final, mientras el mundo se hunde como el Titanic. Pero no podrían ser de otro sitio. Por estas razones, decir que el retorno del dúo es hermoso –si bien es parte de la verdad- sería injusto. Austero y desnudo, el disco es sólo en apariencia una tarea sencilla: debieron atravesar mares para llegar hasta aquí. Como apuntó Caetano Veloso: “todo el esfuerzo puesto para lograr el ningún esfuerzo”.
Martín E. Graziano

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