sábado, 19 de junio de 2010

ANDRÉS CALAMARO: en las rocas

En simultáneo con la edición de On the rock, Graziano entrevistó a Calamaro para la revista Rumbos. Afianzado como artista popular, Andrés apuntó detalles del disco, discutió al público (que también se equivoca) y se reivindicó como grumete de aquellas primeras carabelas del rock argentino. La nota se publicó el domingo 13 de junio. Aquí está.

LA RUTA DEL SALMÓN

Cada nuevo disco suyo se ha convertido en un acontecimiento cultural. Esta vez entrega On the rock, un puñado de canciones sanguíneas que engrosan lo mejor de su repertorio. En exclusiva para Rumbos, revisa algunos pormenores del disco, los combustibles del artista maldito y su sentido de la pertenencia. Que hable El Cantante.

Por Martín E. Graziano

Siempre es lo mismo. Cada recital multitudinario, cada disco nuevo, justifica hablar de ‘retorno’. Así, la prensa pone en marcha su andamiaje y se titulan diarios y revistas con palabras como esa. Sin embargo, en este caso es mucho más preciso recordar la voz del Gordo Troilo, recitando con el último suspiro aquellos versos: “alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio. ¿Cuándo? ¡¿Pero cuándo?! Si siempre estoy llegando”. Y la cita de Troilo tampoco es tan casual. Con el paso de los años y, sobre todo, de las canciones, Andrés Calamaro fue alcanzando estampa de artista popular. Aquella estirpe de artista popular que, como Mercedes Sosa, pivotea con naturalidad desde su origen (rockero, en este caso) hacia otras zonas de su interés. No debería ser tan extraño. Calamaro, que nació en la gran urbe a comienzos de los ’60, se inició en la música cuando aún era una cultura expansiva e inclusiva. Así, con el rock como anfitrión, en su obra siempre confluyeron afluentes muy diversos. Desde el candombe progresivo de sus inicios en Raíces hasta sus lecturas del repertorio tanguero, pasando por su sociedad con abanderados del flamenco como El Cigala y Niño Josele.
Ahora, en el flamante On the rock, ese mapa une bolero con hip-hop, cumbia, la obra de José Alfredo Jiménez y los propios Rolling Stones. Sin embargo, la musicalidad de su banda, los textos y el canto cada vez más caudaloso de Andrés logran una atmósfera unívoca y plena de matices. “Con este disco lo que quise fue involucrar a mis compañeros músicos en cada rincón de la producción –apunta Andrés-. Ese es el concepto, la idea que respetamos hasta el final. El momento fueron los viajes y las giras… no es lo que yo entiendo por un disco ‘de creación’. No empecé de cero con nuevos conceptos para reinventar la música; pero mi deseo era compartir el disco con mis compañeros desde el primer día, y aunque suene peculiar fueron ellos los que eligieron las canciones, las ensayaron y las grabaron”. Allí una de las claves. Después de muchos años (tal vez demasiados), Calamaro logró estabilizar una banda de pulso sanguíneo que ya empieza a revelar una identidad. Comandados por el bajista Candy Caramelo, José “Niño” Bruno (batería), Tito Dávila (teclados), Julián Kanevsky y Diego García (guitarras), la banda se está afianzando como un canal expresivo para El Cantante. Ahí está On the rock para comprobarlo, arropado por una estética que remite a las viejas empresas estatales. Diría Andrés, de impronta “leongiequista”.
-Parece un disco con intención de LP. ¿Seguís pensando en ‘discos’, aún en tiempos de la descuartización que hace el i-pod?
-Sí, claro que lo pensamos como un “disco”: el clásico álbum de doce tracks. Cuestión de costumbres. Conocí la música a través de los discos; el rock, el jazz, el blues… todo. Crecí mirando las disquerías con deseo, ahorrando para comprar un LP. También crecí como “artista discográfico”… para mí la “infame industria” es la industria del arte de grabar discos, de promoverlos, de comprarlos y escucharlos. Pero entiendo que la realidad es inapelable, y acepto el CD aunque haya sido el epitafio de la tradición de los LP. También acepto el mp3 como un formato práctico que suena bien… almacenar tantas canciones en el espacio de un cassette de noventa es interesante; lástima que se haya instalado el irrespeto por la propiedad intelectual.
-Desde hace unos años venís poniendo el acento no sólo en tu desarrollo como cantante, sino también como performer. ¿Cómo fuiste poniendo el foco sobre esas inquietudes?
-Sinceramente me basta con ser mejor cantante. Si canto bien siento que la performance ya está “cubierta”; no necesito mucho más que gustar y gustarme. Hace quince años y hace veinte también, grabábamos todos los recitales y los escuchábamos después de tocar, y creo que así aprendí a cantar lo menos mal posible… Me tomo un poco más en serio como intérprete, canto con menos “miedo” y trato de no exagerar con ningún yeite.
-“Insoportablemente cruel”, con Calle 13, es un punto alto del disco. ¿Cómo te fuiste acercando a ellos?
-¡Y la trompeta de Jerry González! Esa session fue uno de los mejores momentos que viví en un estudio. Cuando le pedí que haga una toma con trompeta y sordina tocó durante toda la canción. No había una serie de compases reservados para un solo… es extraordinario. René Residente siempre se mostró muy abierto y respetuoso con los intérpretes de rock, y yo le presenté mis respetos en cuanto tuve la oportunidad. Para mí son el techo de la música latina; lo que grabaron con Mercedes Sosa es de otro mundo.
-En la producción hay un cambio de timón con respecto a La lengua popular. ¿Cómo ves, en perspectiva, ese disco tan celebrado?
-Para mí, La Lengua Popular fue como Iron Man para Robert Downey Jr.; es el disco que me devolvió la confianza en el conjunto de la música profesional. Además es un disco muy atractivo, lleno de laberintos musicales y líricos… Se nota mucho la mano y el cuidado que pone Cachorro López: cuerpo y alma. Sabía que era difícil grabar un disco después de La Lengua… siempre supuse que podría ser una secuela menos luminosa.
-En ese disco, particularmente en “Carnaval de Brasil”, ya te desmarcabas del artista maldito. ¿Por qué?
-El abandono, la crisis sentimental, la ingesta de cocaína… no son técnicas para componer canciones, pero son gasolinas, son motivaciones. Y a veces parece que las canciones se escriben solas si convertimos nuestra vida en “un campo de batalla”; cuando nos descansamos en la tormenta y vivimos en permanente sobredosis de libertad. Hasta los viejos poetas insisten con la geometría de la infelicidad y la inspiración, pero quise rebelarme contra estos tópicos por más respetables que sean. Incluso si es que son ciertos.

EN SU TINTA
Las palabras pueden volarse, incluso pueden estar vacías. El Indio Solari dijo alguna vez: “uno emite cheques con la lengua que el culo no puede pagar". Por eso la moneda más cara son los hechos; y los hechos hablan bien de Andrés Calamaro. Cada vez que fue necesario, dio pasos de justicia poética y, no menos cierto, pasos con verdadera profundidad histórica. Así, en 2008 se unió nuevamente a sus viejos compañeros de Raíces (el grupo de candombe-funk de Beto Satragni) para grabar un disco festejando el aniversario número 30 de la banda. También dedicó a Miguel Abuelo, uno de sus mentores, acaso una de sus mejores canciones y, con frecuencia, reivindica tanto el linaje de música popular que lo precede como el que lo sucede. Eso significa tanto cantar con bandas nuevas como Estelares y Viajantes, como producir a Juanjo Domínguez y presentar a Litto Nebbia para toda una nueva generación de oyentes.
-¿Por qué pensás que El palacio de las flores -el disco que hicieron con Nebbia- fue recibido más fríamente?
-Lo que pienso es que es muy importante grabar discos “incomprendidos”. Además te sirve para conocer a la gente que te escucha, y también a la que opina sin escuchar con la atención adecuada. El palacio de las flores es un disco grabado codo a codo con Litto Nebbia, y no necesita más explicación que esa. Siempre estaré orgulloso y feliz de haberlo grabado, y esperando volver a Melopea a grabar de nuevo con Litto; es la expresión musical pura, es un genio. Además pienso grabar discos realmente “ásperos”, someter a los oyentes a experimentos “dolorosos”. El Palacio… es un disco de canciones bellas, algunos de mis mejores textos están en ese disco, y es un disco a medias con Litto; incomprenderlo es insuficiencia de los que no lo quisieron entender. No fallan los discos: también fallan las personas que no los saben escuchar.
-¿Te interesa sentirte parte de un linaje?
-Me siento un humilde aprendiz de brujo. Ya sería suficiente con descubrir el linaje del arte argentino: actualmente Juanjo Domínguez, Raúl Barboza y Rubén Juárez son nuestros músicos más valiosos (lógicamente hay otros capos). Antes había una tradición de músicos, compositores y poetas, en el folk y en el tango, que son indudablemente nuestro gran tesoro musical argentino. Ojalá una sola de mis canciones pudiera alcanzar un poco de aquella gloria. No sé si voy a poder firmar algo tan importante.
-Participaste en el disco de Viajantes cantando un viejo tema del pintor Jorge De la Vega. Ese gesto parece querer decir que el rock era mucho más que su cliché en que parecen convertirlo los mercados. Una cultura expansiva, donde cabía desde Escher hasta Piazzolla. ¿Te interesa devolverle ese espacio?
-Es verdad, me siento uno de los últimos pasajeros de aquella época. Algo así como el grumete de las primeras carabelas del rock fundacional y cultural. Yo crecí en la época en que Vinicius hacía temporada en Mar del Plata… era un niño en el Di Tella y en la Galería del Este. También me gusta el cliché rockero. Tengo muy profundo afecto por Pappo y creo que tenía un enorme talento, pero creo en lo que se conoce como la cultura rock, ese universo cinematográfico, literario, beat, bohemio, artista… Ahora mismo ya siento que son demasiados años en la profesión, estoy “institucionalizado” (dirían los presos), estoy hecho a esta cárcel de cristal; pero tengo aquella “genética”.
-El lugar de exposición que tenés provoca que se digan muchas cosas de vos y de tu música. ¿Qué te ofende?
-No puedo ofenderme por todo. Sé aceptar una crítica pero sé distinguir la epidemia de macaneadores, y la escalada de opiniones desaforadas. La gente esta enloquecida, limada… es increíble la cantidad de idioteces que la gente escribe o piensa. No creo lo que la gente opina de mi cuando son mentiras. Sencillamente no me lo creo. Por respeto al pueblo que me quiere y porque confío más en los músicos que me respetan.
-¿Te preocupa ser malinterpretado?
-Hasta Piazzola fue mal entendido; Pappo tenía más humor y más seriedad de lo que la gente pudo advertir… Me preocupa ser mal interpretado pero tengo mucha suerte; este protagonismo me desborda, pero me siento muy acompañado por mi pueblo y por los pueblos de América, también muy respetado y querido por mis colegas de gremio.
-Tener la certeza de que ahora mismo están esperando escucharte en la villa o en el country, tanto padres como hijos, ¿te genera una responsabilidad distinta?
-Este público nunca cumple años. Algunas veces parecen estar esperando las canciones que ellos eligieron para cantar, saltar, emocionarse; otras veces el silencio es emoción pura y un espacio para tocar bien. La pertenencia y que les pertenezcas, algo que empieza con la proliferación de radios semi-rockeras, o quizás con el fenómeno Redondito Ricotero, o lo que algunos llaman la “futbolización del rock”… El público mas rockero esta mas entrenado a escuchar cosas nuevas, solos de guitarra, saben distinguir un solo bueno y aplaudirlo… Siento cierta responsabilidad y al mismo tiempo me rebelo contra mis responsabilidades “popularistas”; y también siento gratitud.
-Un signo de los tiempos parece ser el cinismo. ¿Qué te tomás realmente en serio?
-A veces creo que hay que pasar de la ironía al cinismo; que la locura esta tan desatada e instalada que vivimos en un surrealismo no artístico. Que los valores están tan trastocados que hay que ponerse cínico como defensa y como ataque. Me preocupa un poco pensar que la opinión es mayormente reaccionaria, que se hable más en serio de futbol que de política, que los valores no sean los que aprendimos a conocer como valores… Espero que sea legítimo tomarse tan en serio la felicidad como la tristeza.

8 comentarios:

  1. aaah el maestro Andrelo, siempre un deleite leerle, escucharle, pero sobre todo verlo en vivo como en el pasado 18 de junio en el metropolitan... un gustazo

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  2. Que buena entrevista. Andrés es un grande en todos los sentidos y no sólo para Argentina, sino para Latinoamérica entera en dónde nos hemos adueñado de él. En México lo vimos hace un par de semanas y es simplemente grande, no hay mas. Salu2

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  3. Los discos (álbumes) y los conciertos son su arte, que con ansias de no respetar fronteras se extiende en buenas entrevistas como ésta. Interesante. Saludos.

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  4. Chapeau por la entrevista. Calamaro la calificó de "elegante", yo creo que se quedó corto. Es dificl dar en la tecla de las preguntas justas con Andrés, maxime cuando sólo acepta la modalidad mail... Gran trabajo, de elaboración, edición y escritura. Chapeua d nuevo!

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  5. Chapeau por la entrevista. Calamaro la calificó de elegante, creo que se quedó corto. No es para nada fácil dar en la tecla justa de las preguntas con Andrés, maxime cuando sólo acpeta el formato mail. Gran laburo de producció, escritura y edición. Chapeau de nuevo.

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  6. ANDRES sos un grande! (y mucho mas que eso) supongo que sos algo asi como un procer del rock hispano...y de la cancion por sobre todas las cosas...gracias y siempre GRACIAS! ...alexander (uruguay)

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  7. Muchas gracias por los comentarios. Pablo, intentaré hacerle llegar tus felicitaciones a Graziano. ¡Salud!

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