COIFFEUR: El tonel de las Danaides
Quizás el mismo Coiffeur abonó la confusión con su pseudónimo. El prejuicio indica que se trata de un ‘chico sensible’. Desde luego, es una parte ínfima de la verdad. Un reduccionismo algo malvado. Desde su aparición se reveló como un trovador acústico un poco punkie, de gran inventiva melódica. El toque elocuente de su guitarra criolla derribaba el prototipo indie, aunque ganara buena parte de su público en esas arenas. Ahora, en lugar de asegurar la cosecha, llevó su arte hacia terrenos inciertos. Y no es casual que esta reseña llegue unos meses después de la edición, porque el tercer disco de Coiffeur demanda suspender el vértigo cotidiano. Pide tiempo. Ya detrás del título hay un anhelo metafísico: las mitológicas Danaides condenadas a llenar con agua un tonel sin fondo. “Llevo días dentro de este cuerpo, sin nombre alguno”, canta, cuando el disco promedia y ya estamos viviendo en este puñado de canciones de cámara. Abstractas. Pop, si entendemos como pop a Paul Simon y Spinetta. Construidas alrededor de sus arpegios, las canciones están orquestadas con cuerdas, piano, los vientos más plañideros (oboe, corno inglés) y hasta el antiguo órgano philicorda. Al uso del trabajo de Robert Kirby con Nick Drake, Coiffeur convocó a Pablo Grinjot como arreglador para otorgarle una dimensión crepuscular a las piezas. Como si fueran cuadros. Claro que nada de esto es un mero capricho. Coiffeur hizo este disco como se debe: sin domesticar las canciones para la urgencia de la radio. Reconociendo la posibilidad de que, tal vez, el oyente de este disco ya murió o aún no nació. Como diría Fabián Casas, obedeciendo el dictado de la Voz Extraña.
Martín E. Graziano
No hay comentarios:
Publicar un comentario