VALEU!- Ciertos pájaros
Quién iba a sospechar que Doris, ese disparate psicodélico de post-rock, era una cantera de compositores populares y latinoamericanistas. Con los Caracoles y Onda Vaga, despuntaron Nacho Rodríguez y Marcelo Blanco. Ahora es el turno de Julián Zamt, que en Doris tocaba la batería y aquí se hace cargo de la guitarra criolla y una de las voces. Su contrapeso femenino es Clara Besfamille, una cantante y pianista de formación jazzera y cintura pop. Juntos y con la percusión de El Ekeko armaron Valeu!, un trío acústico que acaba de llegar a su debut: un disco montado sobre tensiones. Por un lado, entre los elementos más “occidentales” (el piano, la voz melodiosa de Clara) y ciertos conceptos africanos, traducidos por los timbres de la kalimba y el udú. Por otro, entre el songwriting de Zamt y Besfamille, un desbalance compositivo que parece debatirse entre ser pop o popular. Y claro, la cosa promete cuando encuentran el equilibrio. Basta escuchar “Colibrí”, una canción liviana y profunda con algunos versos fosforescentes: “andando, sabiendo escuchar a la muerte / segundo a segundo amanece”.
Quién iba a sospechar que Doris, ese disparate psicodélico de post-rock, era una cantera de compositores populares y latinoamericanistas. Con los Caracoles y Onda Vaga, despuntaron Nacho Rodríguez y Marcelo Blanco. Ahora es el turno de Julián Zamt, que en Doris tocaba la batería y aquí se hace cargo de la guitarra criolla y una de las voces. Su contrapeso femenino es Clara Besfamille, una cantante y pianista de formación jazzera y cintura pop. Juntos y con la percusión de El Ekeko armaron Valeu!, un trío acústico que acaba de llegar a su debut: un disco montado sobre tensiones. Por un lado, entre los elementos más “occidentales” (el piano, la voz melodiosa de Clara) y ciertos conceptos africanos, traducidos por los timbres de la kalimba y el udú. Por otro, entre el songwriting de Zamt y Besfamille, un desbalance compositivo que parece debatirse entre ser pop o popular. Y claro, la cosa promete cuando encuentran el equilibrio. Basta escuchar “Colibrí”, una canción liviana y profunda con algunos versos fosforescentes: “andando, sabiendo escuchar a la muerte / segundo a segundo amanece”.
Martín E. Graziano
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