A partir del exitoso Tudo novo di novo (2003), Paulinho Moska comenzó a estrechar cada vez más su lazo con el Río de la Plata. Primero fue a través de Jorge Drexler, pero casi de inmediato trabó amistad con Kevin Johansen, Pedro Aznar y los músicos de Bajofondo. Ese proceso amistoso coincidió con una nueva etapa en su vida. Después de 13 años vinculado a una discográfica multinacional como EMI, el cantautor carioca hizo un paso al costado y se lanzó al vacío como artista independiente. Eso significó, además, un nuevo lugar para todas sus inquietudes como artista. Así, durante estos últimos siete años Moska pudo hacer exposiciones con sus fotografías, desarrollarse como actor y hasta tener su propio programa de TV: el magnífico Zoombido. En ese sentido, las fotos de los flamantes booklets de Muito y Pouco son reveladoras. Imágenes vitales de un hombre en libertad, embarcado en un viaje donde la obra y la vida misma empiezan a confundirse. La música parece decir lo mismo. En el caso de Muito, con una música expansiva y celebratoria. En Pouco, con una serie de miniaturas acústicas.
Estos discos, ¿son fruto de qué circunstancias?
Me liberé de la obligación de grabar un álbum cada 18 meses y mi vida quedó más desacelerada. No había un plazo ni fechas, así que pude vivir el proceso de creación con más libertad. Lo más curioso es que mi vida profesional se convirtió en una multiplicidad de actividades. Soy un pluralista, un punk: “no sé hacerlo, pero lo hago”. Muito Pouco es fruto de este tiempo de disfrute: estuve con muchas giras, me enamoré de nuevo, me casé y tuvo mi segundo hijo. Cosas fuertes.
¿Cómo te diste cuenta que tenías dos discos entre manos?
Empecé con el disco Muito, con los músicos en un estudio grabando arreglos pop (con batería, bajo, guitarra y teclados). Mientras tanto en mi casa grababa unos registros muy simples de otras canciones que pensaba eran para un futuro disco. Pero la magia de estas canciones puras, sin arreglos, me enamoró tanto que casi no edité Muito. No había nombres para los álbumes, pero una canción (“Muito Pouco”) me dio una indicación de juego con la dualidad que estaba siendo desenvuelta. Un disco más lleno, extrovertido y “para fuera”; otro más vacío, introvertido y “para adentro”.
Entre los invitados están Pedro Aznar, Kevin Johansen y los Bajofondo. ¿Qué significa vos su participación?
Después de Jorge Drexler, fueron mi conexión con el mundo de lengua hispánica. Los invité porque la vida nos puso en el mismo camino. Los conocí, cantamos y tocamos juntos en muchas situaciones y nos volvimos amigos. Todas las participaciones son fruto de música y amistad. Y para mí un álbum es una fotografía de los buenos encuentros: un registro poético de la realidad. En Zoombido entrevistaste a los compositores contemporáneos más importantes del Brasil. ¿Cómo funcionó esa experiencia?
Un privilegio de vida. Ya estuve con más de 130 cantautores en cinco años, y con cada uno fue una experiencia maravillosa. La diversidad y intensidad de los encuentros me regalaron la idea de que un artista tiene que buscar su propia firma. Su manera de hacer y decir las cosas, sin quererse parecer con el otro. A veces algo que nos parece un defecto puede ser nuestra mayor calidad. Por eso cada vez más afirmo más mi singularidad y creo en mi mirada. Mi mirada no es la verdad, pero es mi verdad.
El mapa musical del Brasil suele ser inabarcable para los argentinos. En ese contexto, ¿dónde sentís que está ubicada tu música?
El mapa musical del Brasil es inabarcable ¡hasta para los brasileros! [risas] Es un país multicultural, inclasificable, indefinible. Muchos Brasiles conviven y están siempre mezclándose con nuevos Brasiles. Kevin Johansen dice que soy un ‘carioca melancólico’ y me pareció un paradoja. Entonces digo que tiene razón, porque me siento un eterno aventurero en busca de coherencia en la paradoja de la vida. Lleno de vacío, todo nuevo de nuevo…y todavía mucho poco.
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