A fines de 2009, se editó el nuevo disco del uruguayo Martín Buscaglia. Y ya no hay excusas para no tenerlo, porque en la Argentina Los Años Luz se encargó de su publicación. Graziano lo reseñó para G7 de marzo.
MARTÍN BUSCAGLIA: Temporada de conejos
No es que Buscaglia fuera un artista contenido. De hecho, en El evangelio según mi jardinero, su disco anterior, ya estaba todo lo que está aquí. Pero había un gesto de amabilidad para el oído entumecido. Ahora es como si, en el centro de aquel disco, hubiera metido una bomba. Temporada de conejos es la foto de la detonación. Incluso hasta el orden de las canciones parece aleatorio. Cada arista de su estilo fue radicalizada: hay funk con verba encendida, multitud de efectos, coros de niños, improvisación, vientos y hasta una balada con cuerdas que dice muchas veces ‘amor’. Sin embargo, tiene sus remansos. Buscaglia sabe que, para funcionar, el Ying necesita su Yang. Por eso, a cada de catarata le corresponde una saludable miniatura acústica. Tal vez el disco no sea equilibrado, pero el artista, si. En el comienzo hay una clave: se propulsa un funk descalabrante que, debajo de la superficie, esconde un candombe. Mientras va revelando su raíz, Buscaglia aprovecha para improvisar citando el Martin Fierro. Esa operación es útil para entender su música. No sólo por el swing o el sentido del humor, sino por la forma en que asume los principales afluentes de su bagaje musical. Allí hay una liviandad natural. Esencial.
Martín E. Graziano