martes, 22 de diciembre de 2009

NEGRO AGUIRRE: el bajo perfil

No podemos negarle a Graziano cierta capacidad de oportunismo. Carlos 'Negro' Aguirre estaba apenas de paso por Buenos Aires, para asistir a algunas reuniones y hacer trámites que no vienen a cuento. Desde hace unos años, Aguirre vive en Paraná y cultiva un notorio bajo perfil. Graziano se enteró de su visita y fue por él. Se encontraron por San Telmo y la nota resultante se publicó en Rumbos.

IMPRESIÓN DEL LITORAL
El pianista y compositor entrerriano es uno de los secretos mejor guardados del folclore. Desde hace diez años, junto al Carlos Aguirre Grupo, viene editando algunos de los discos más exquisitos del género. Fuera de los circuitos tradicionales, fundó su propio sello discográfico y se fue a vivir junto río.

Por Martín E. Graziano

Cultor de un notorio bajo perfil, Carlos Aguirre probablemente sea un nombre que no suene demasiado familiar para el público masivo. Sin embargo, en los caminos de la música popular, su obra ya es un árbol sólido, frondoso y de raíces profundas. Pianista y compositor entrerriano, el Negro Aguirre nació rodeado de canciones en el pequeño pueblo de Seguí, hace 43 años. Después de afincarse en Paraná y formarse en las lides del piano clásico, su vínculo como arreglador de algunos cantores latinoamericanos lo acercó a las formas folclóricas.
A partir de allí, generó un dúo con el guitarrista Lucho González y atravesó algunas experiencias jazzísticas como el trío Nube Negra. Los problemas para editar, tanto a Nube Negra como a toda una escena cercana geográfica y estéticamente, dieron lugar a su propio sello, Shagrada Medra (recuadro). Apenas más tarde, el curso natural de su fortalecimiento como compositor y su inclinación por un concepto popular y camarístico, lo llevó a formar el Carlos Aguirre Grupo. A partir del 2000, y con diferentes formaciones, el grupo publicó tres discos que Aguirre decidió no titular pero, por sus colores de tapa, son conocidos como el ‘crema’, el ‘rojo’, y el ‘violeta’. Llenos de aire y de río, exquisitos y minuciosos en el detalle, los tres discos parten desde una identidad inequívocamente regional para trazar un mapa universal del Litoral.
-Después de vivir un tiempo en Buenos Aires, ¿por qué decidiste volver e instalarte en Paraná?
-En primer lugar, porque allí tengo un marco afectivo y varios proyectos, entre los cuales está el sello. Por otra parte, a la hora de pensarme como compositor siento que el silencio de ese lugar, su biorritmo, está en armonía con mi forma de llevar la vida. Por ejemplo, durante el año que estuve viviendo en Buenos Aires prácticamente no compuse nada. Y cuando regresé a Paraná, al día siguiente que me dieron las llaves de la casa, unas de las primeras cosas que hice fue componer el tema que abre el último disco. Ahí sentí una certeza, que ahora siento permanentemente porque vivo a metros del río.
-Trabajaste como solista, en dúos, tríos, cuartetos y ahora un noneto. ¿Con qué formato te sentís más cómodo?
-El noneto fue un momento de mucha felicidad para mí. Porque está planteado como un grupo de cámara, y sentí que ese era el sonido que estaba buscando. Las voces son una experiencia única. El canto comunitario y compartido tiene una sintonía fina, una vibración muy emotiva, y las posibilidades que brinda un grupo de voces son buenísimas. A su vez, la actitud de los músicos es tan vital, que a veces me animo a proponerles que se pongan a tocar un instrumento que no han tocado nunca en su vida. Y ellos se ponen a estudiarlo, así que cada vez tengo más colores tímbricos. La verdad es que me gustaría continuar en esta línea. Siento que hay una música que suena únicamente así. Al menos la música que estoy sintiendo en este momento.
-¿Por qué decidiste innominar todos tus discos con el grupo?
-Surgió con el primer disco y, de alguna forma, determinó a los que vinieron después. Sentí muy claramente que ese primer repertorio estaba regido por un color. Obedecía a una versión muy diáfana de un paisaje que quería pintar. Ese fue el disco ‘crema’. En el segundo disco, la sonoridad de algunas armonías y tonalidades me sonaba al color rojo. Además era más sanguíneo, porque se trataba de un disco más relacionado con la problemática de las personas dentro de ese paisaje que había pintado. Y el violeta es un color muy asociado a la espiritualidad. En la mayoría de los cultos religiosos, ese color aparece como una de las vibraciones más altas. Y yo sentí que este disco era bisagra para nuestra experiencia grupal. Si bien toma mucho de los elementos que hemos desarrollado antes, hay un despojo de las formas tradicionales. Quisimos dejar que la música proponga su duración y no atarnos a nada. Fue la posibilidad de ahondar en lo formal, y acordar con lo que la música nos iba pidiendo.

MÚSICA DEL PAISAJE
Desde un tiempo a esta parte, todo el Litoral ha funcionado como una gran arena para innovaciones en la música popular. Buena parte de los artistas más comprometidos con mantener viva la lengua de los folclores, han nacido o desarrollado su obra en la región. Por nombrar sólo algunos, tanto el Chango Spasiuk como Liliana Herrero, Coqui Ortiz y hasta el mismo Aguirre, cada uno desde su perspectiva, se han dedicado a insuflarle vida al cancionero. Y, desde luego, el cantautor santafesino Jorge Fandermole, que no casualmente es un referente para Aguirre y hasta ha editado sus últimos discos a través de Shagrada Medra. “Para todos los que vinimos después, el hecho de que esté Fander ha sido muy determinante –dice Aguirre-. Porque representa un permiso: abrió o corrió la frontera en el aspecto literario. Sus canciones incorporan vocablos que aparentemente no tenían nada que ver con el folclore, pero no tenían nada que ver porque a nadie se le había ocurrido. Creo que una persona puede pensar desde su lugar, pero con un concepto más universal. Cuando realmente tenés conocimiento de tu lugar, no necesariamente tenés que gastarte en el chauvinismo o en la afirmación de la entrerreanía”.
-¿Hasta dónde puede llegar una música folclórica en ese camino?
-Es ilimitado. Hay una esencia argentina en todos los que hacemos música desde este lugar. Hay gestualidades, hay una sensualidad en la rítmica, algo que tiene que ver con este paisaje. De ahí en más, depende de su propia necesidad expresiva. Me parece que hay tantos folclores como síntesis hagan las distintas personas. Y yo creo en el folclore como hecho dinámico, como un lenguaje que va mutando en la medida de las necesidades expresivas de un pueblo. Y me gustaría que el folclore también pueda echar mano a herramientas que han sido muy bien utilizadas en otros folclores del mundo. Porque convengamos que las fronteras políticas son caprichos del poder. En realidad, lo que existe en el mundo son regiones culturales, ecosistemas. Y la cultura es emergente de un paisaje y un relieve, de una forma de vivir.
-Ese paisaje, ¿cómo aparece en tu música?
-No es casual que haya intentado, por todos los medios, mudarme cerca del río. El rio es un universo poético. Y me gusta habitarlo desde adentro, estar envuelto en ese universo. Es un disparador. Para mi es vital el encuentro cotidiano con el río, y creo que hay una presencia del rio en mi obra. En un punto de mi música siento que se diluyen las orillas y las formas y los colores. Justamente, con los chicos que hicieron un trabajo en relación a la poética de Juan L. Ortiz, nos imaginábamos que podíamos nombrar a ese fenómeno como Impresionismo del Litoral. Y nos gustaba sentirnos dentro de esa bruma.
-¿En qué beneficia y en qué perjudica a tu trabajo tu bajo perfil?
-Es que no es un proceso consciente. Yo hago todos los deberes para que se conozca lo que hago. Tal vez sucede es que hay cosas que no me interesan. Mi actitud es artística, entonces no estoy dispuesto a negociar nada que no se ajuste a mi necesidad expresiva. Si necesito que los discos no tengan nombre, no tendrán. Por otro lado, tampoco considero que mi look sea una obra de arte como para estar en la tapa del disco... (risas). Pero todo esto no es una cuestión de humildad: es una decisión estética.
-Entre tus intereses, ¿te gustaría llegar a ser un artista realmente popular? -Si, por supuesto. De todas maneras, eso es todo un proceso que se va dando muy lentamente. Me ha pasado con mucha felicidad llegar a un lugar donde nunca había estado y que la gente supiera mis canciones. Ese es el trabajo que van haciendo los discos, que a veces llegan antes que uno. Me encantaría ser popular, pero a la vez no sé si quiero… porque para eso quizás uno debe resignar espacio creativo, o tiempo y energía. Por supuesto no quiero ser un necio y propiciar el anonimato total, pero hay que hacer todo a una escala humana. Por decir una cosa, este verano lo dediqué sólo a la lectura. No toqué ni una nota. Porque sentía que era vital leer determinados libros. Esas necesidades, para mí, son más fuertes que llenar un estadio.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

LOLA ARIAS: la impúdica

En marzo de este año que se va, Lola Arias presentó una obra de teatro única: Mi vida después. Seis actores nacidos entre fines de los ‘70 y comienzos de los ‘80, reconstruían la vida de sus padres a través de sus recuerdos fragmentarios, de cartas, cintas, fotografías y objetos. Lola, además de ser una de las dramaturgas con más proyección del off, es actriz, poeta y una songwriter sorprendente. Graziano la entrevistó mientras hacía las valijas. Berlín la esperaba. Puede leerse parte de ese diálogo en el website de TDI.